Las crisis de asma en niños son un problema frecuente que genera mucha preocupación en los padres. El asma es una enfermedad inflamatoria crónica de las vías respiratorias que cursa con episodios de dificultad respiratoria.
¿Cómo se manifiesta una crisis de asma?
Los síntomas de una crisis de asma pueden variar de un niño a otro. Algunos de los síntomas más comunes son:
Tos persistente, especialmente por la noche o al realizar ejercicio físico.
Sibilancias, un sonido silbante al respirar.
Opresión en el pecho.
Dificultad para respirar o sensación de falta de aire.
Aceleración del ritmo respiratorio.
Coloración azulada de la piel (cianosis) en casos graves.
Diagnóstico de la crisis de asma
El diagnóstico del asma se basa en la historia clínica del paciente, la exploración física y la realización de pruebas específicas como la espirometría. Esta prueba mide la cantidad de aire que el niño puede inhalar y exhalar, así como la rapidez con la que lo hace.
Tratamiento para las crisis de asma
El objetivo del tratamiento es controlar la inflamación de las vías respiratorias y aliviar los síntomas. El tratamiento principal para el asma se basa en el uso de medicación inhalada. Los principales tipos de medicamentos utilizados son:
Medicamentos de alivio rápido: también conocidos como broncodilatadores, relajan los músculos de las vías respiratorias, lo que facilita la respiración. Suelen utilizarse en el momento en que aparecen los síntomas o durante una crisis de asma. Algunos ejemplos son el salbutamol o el terbutalina.
Medicamentos de control a largo plazo: estos medicamentos ayudan a reducir la inflamación de las vías respiratorias y previenen la aparición de los síntomas. Se toman de forma regular, incluso cuando el niño no presenta síntomas. Algunos ejemplos son los corticoides inhalados como la budesonida o la fluticasona.
Es importante seguir las indicaciones del pediatra y administrar la medicación correctamente. Además del tratamiento farmacológico, es fundamental evitar los factores desencadenantes del asma, como los ácaros del polvo, el polen, el humo del tabaco o el ejercicio físico intenso.