Durante las primeras revisiones del recién nacido, los pediatras lo pesan y lo miden para poder comprobar que la evolución de su peso y talla es correcta. Puesto que un peso y talla por debajo de la media puede alertar ante una intolerancia o alergia. Para ello, se sirven de unas tablas conocidas como las curvas de normalidad. Lo primero a tener en cuenta es que «son curvas, es decir, al principio van subiendo muy rápidamente y después se ralentizan, hasta que llega un momento en que la ganancia es menor», explica el Dr. Jesús Garrido (Mi Pediatra Online).
PRIMEROS 3 MESES. Ganan de 150 a 200 gramos de peso por semana.
ENTRE 3 Y 6 MESES. El aumento de peso se frena y se sitúa entre 100 y 150 gramos por semana.
A PARTIR DE 6 MESES. Los bebés aumentan entre 50 y 100 gramos por semana. Incluso, algunas semanas puede no ganar peso, y de pronto aumentar 200 gramos. «Esto es normal», aclara el pediatra.
¿Y si el niño pesa menos de lo indicado?
Tradicionalmente, explica el Dr. Garrido, se consideraba imprescindible hacer seguimiento de los bebés cuyo peso se situaba por debajo de la media. Conseguir que los niños ganasen peso hasta situarse por encima de la media era una medida necesaria para preparar al niño para su supervivencia en caso de gastroenteritis u otras enfermedades. La malnutrición y el riesgo de muerte eran las grandes preocupaciones de la pediatría en los países en vías de desarrollo.
Sin embargo, hoy en día, intentar que todos los niños sitúen su peso por encima de la curva no solo es innecesario, sino que propicia el desarrollo de obesidad, que es el principal problema nutricional de la sociedad actual.
Hoy en día, «cuando un niño está por debajo de la media, pero está sano, no hay que hacer absolutamente nada», asegura Mi Pediatra Online, que indica que las tablas sirven como herramienta orientativa o para alertar ante la posible aparición de alergias o intolerancias.
En este sentido, cuando un niño de repente tiene una bajada importante en los percentiles, ha de pensarse si su alimentación ha cambiado, ya que es posible que no esté tolerando el cambio adecuadamente. También debe presetarse atención a si existe algún otro síntoma de enfermedad que pueda explicar que el niño esté alimentándose peor y, por lo tanto, esté ganado menos peso. «Estas son las preocupaciones que tenemos que tener, pero si el niño está delgado y sano, ¡no lo toques!», concluye el pediatra.
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