¿Qué es la tortícolis congénita?
La tortícolis congénita es una afección que se presenta en los bebés desde el nacimiento o poco después. Se caracteriza por una inclinación de la cabeza del bebé hacia un lado, mientras que la barbilla gira hacia el lado contrario. Esta postura se debe a una contractura o acortamiento del músculo esternocleidomastoideo, un músculo ubicado en el cuello que conecta la cabeza con la clavícula y el esternón.
Causas de la tortícolis congénita
Aunque la causa exacta de la tortícolis congénita no siempre está clara, se cree que puede estar relacionada con la posición del bebé en el útero materno, especialmente en casos de poco espacio o presión sobre el cuello del bebé. Otros factores que pueden contribuir a su desarrollo incluyen:
Posición de nalgas: Los bebés que nacen de nalgas tienen un mayor riesgo de desarrollar tortícolis congénita.
Partos múltiples: La presencia de gemelos o trillizos en el útero puede aumentar la probabilidad de tortícolis congénita en uno o más bebés.
Macrosomía fetal: Los bebés que nacen con un tamaño mayor al promedio tienen un mayor riesgo de desarrollar tortícolis congénita.
Síntomas de la tortícolis congénita
El síntoma más evidente de la tortícolis congénita es la inclinación persistente de la cabeza del bebé hacia un lado. Otros signos que pueden indicar la presencia de esta afección incluyen:
Asimetría facial: La tortícolis congénita puede provocar un desarrollo desigual de los músculos faciales, lo que resulta en una apariencia asimétrica.
Dificultad para girar la cabeza: Los bebés con tortícolis congénita pueden tener dificultades para girar la cabeza hacia el lado afectado.
Presencia de un bulto en el cuello: En algunos casos, se puede palpar un pequeño bulto o nódulo en el músculo esternocleidomastoideo del lado afectado.
Diagnóstico y tratamiento de la tortícolis congénita
El diagnóstico de la tortícolis congénita suele ser clínico, basado en la observación de la postura del bebé y la exploración física. En algunos casos, se pueden realizar pruebas de imagen, como una ecografía o una radiografía, para descartar otras afecciones.
El tratamiento de la tortícolis congénita depende de la gravedad de la afección. En casos leves, los ejercicios de estiramiento y movilidad del cuello suelen ser suficientes para corregir la postura. En casos más graves, puede ser necesario recurrir a la fisioterapia o, en casos excepcionales, a la cirugía.
Consejos para padres y cuidadores
Si tu bebé ha sido diagnosticado con tortícolis congénita, es importante seguir las indicaciones del pediatra y del fisioterapeuta. Algunos consejos que pueden ayudar a mejorar la condición del bebé incluyen:
Realizar los ejercicios de estiramiento y movilidad del cuello recomendados por el fisioterapeuta.
Colocar al bebé boca abajo durante periodos cortos de tiempo, siempre bajo supervisión, para fortalecer los músculos del cuello.
Utilizar juguetes y estímulos visuales para animar al bebé a girar la cabeza hacia el lado afectado.
Llevar al bebé en brazos de forma que se vea obligado a girar la cabeza hacia el lado afectado.
Con un diagnóstico y tratamiento tempranos, la mayoría de los bebés con tortícolis congénita se recuperan completamente y no presentan secuelas a largo plazo.