¿Qué tendrán que ver microbiota y obesidad?
Microbiota y obesidad guardan relación porque la microbiota regula nuestra posibilidad de obesidad manejando la absorción de los nutrientes. Dependemos de ella para fraccionar los alimentos y hacerlos más absorbibles.
A lo largo de las 24 horas del día, nuestra microbiota va cambiando, va fluctuando en función de la hora del día ambiental que existe, de tal manera que no es lo mismo la composición de la microbiota a las 8 h de la mañana que a las 8 h de la tarde. Cuando tenemos una alteración del sueño, un déficit de sueño o un sueño interrumpido, este se comporta como un estresor que afecta a todo a nuestro organismo, entre ellos, a la microbiota.
Cuando existe un momento de estresor, la microbiota trabaja un poco más para romper más rápidamente los alimentos, produciendo más ácidos grasos de cadena corta como elementos que nos van a hacer obtener energía de uso inmediato. Y, entonces, vamos acumulando energía.
Microbiota y obesidad, ¿cómo se regulan?
Cuando tenemos un déficit crónico de sueño o un sueño de mala calidad, tenemos menos ganas de movernos, de tal manera que acumulamos más energía porque la microbiota nos está ayudando a producir energía, pero nosotros la utilizamos menos. La energía sobrante se va depositando en los depósitos de grasa.
Por otro lado, el estrés favorece todavía más la absorción de los ácidos grasos. Nos movemos menos, tenemos más estrés y, por tanto, acumulamos más grasa.
Además, podemos considerar la microbiota como un sistema endocrino que condiciona un montón de factores:
Controla dos sustancias que nos regulan la alimentación: la leptina, que nos suprime el apetito, y la grelina, que nos produce apetito.
También entra en juego el cortisol porque es la hormona del estrés, que se produce cuando dormimos poco.
Las personas con obesidad tienen niveles más altos de leptina porque la leptina es antiinflamatoria y la obesidad es una inflamación. Pero, al mismo tiempo, la obesidad reduce la sensibilidad del organismo a la leptina. Por lo tanto, las personas con obesidad tienen que producir más leptina para quitarse el apetito.
Cuando hay un déficit crónico de sueño o un sueño de mala calidad, lo que ocurre es que el sueño reduce mucho más los niveles de leptina, por lo que no tienen la leptina necesaria para calmar su apetito y eso condiciona una mayor cantidad de ingesta. Una ingesta que no se utiliza, energía que se sigue acumulando.
Déficit de sueño, alteraciones de la microbiota y obesidad
Debemos tener también en cuenta otro aspecto importante: cuando dormimos poco o tenemos un sueño de mala calidad, nos cambia la tendencia de la alimentación. Tenemos tendencia a comer alimentos menos saludables y más energéticos.
Cuando alguien se despierta a las 3 h de la mañana no se come una zanahoria, no se come una manzana, se come los restos que han quedado de los espaguetis o los restos de tarta, de tal manera que son tres factores los que influyen:
Producimos más energía.
Consumimos menos energía porque nos movemos menos.
Nuestra tendencia es recurrir a una alimentación más energética y menos saludable.
Eso condiciona el aumento de la obesidad por el déficit crónico de sueño, a través de los cambios en la microbiota.