Abusos sexuales y consumo de drogas

11Feb. 02

Aunque se había constatado que los niños que sufrían abusos sexuales tenían más riesgo de desarrollar adicción a las drogas en su vida futura, aún no estaba clara cuál era la causa. Un grupo de investigadores norteamericanos ha iluminado este tema descubriendo que estos abusos dañan una región del cerebro que regula el comportamiento emocional y deja a la víctima desprotegida frente a las adicciones.

Sufrir abusos de forma repetida durante la infancia puede provocar cambios en el cerebro que dejan desprotegido ante las adicciones, lo que explicaría que los niños víctimas de esta violencia sean más propensos a consumir drogas durante su vida, afirma un estudio del McLean Hospital en Massachusetts, Estados Unidos.

Según ha comprobado este equipo de investigadores, los niños que sufren abusos sexuales experimentan cambios en su riego sanguíneo y en la función de una región del cerebro llamada vermis, relacionada por estudios recientes con el comportamiento emocional de las personas, cuyo funcionamiento se ha comprobado que queda muy afectado por el consumo de alcohol o cocaína. Además, esta región podría ayudar en la regulación de la dopamina, un neurotransmisor que participa en los procesos de adicción.

«El daño en este área del cerebro», afirma el doctor Anderson, «puede hacer que un individuo sea especialmente irritable, por lo que buscará ayuda en el exterior, como drogas o alcohol, para calmar esa irritabilidad».

Usando imágenes de resonancia magnética, Anderson y su equipo analizaron el flujo de sangre en el vermis de 372 sujetos de entre 18 y 22 años, de los que 15 habían sufrido abusos sexuales.

El estudio también evaluó a 537 adultos jóvenes que habían abusado de las drogas y encontró altos niveles de irritabilidad del sistema límbico. Su conclusión es que los abusos sexuales deterioran el desarrollo del vermis y hacen que el sujeto sea menos capaz de regular y controlar la irritabilidad con su sistema límbico, propiciando el consumo de drogas que logren equilibrarlo. Según Anderson, su descubrimiento podría ayudar a la investigación de nuevos métodos de tratamiento para los niños que han sufrido abusos sexuales.