Ahora que vivimos más, vivamos mejor

02Nov. 00

Los avances médicos han logrado aumentar nuestra esperanza de vida, pero a veces la salud de nuestro cuerpo no va acompañada de la salud de nuestro cerebro. Las enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer impiden a un importante porcentaje de las personas mayores disfrutar de esos años que la ciencia ha conseguido darnos de más. Por ello, expertos reunidos en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) han alertado de la necesidad de impulsar la investigación de estas enfermedades, prioritaria ante el progresivo envejecimiento de nuestra población.

Según las previsiones, en el año 2010 casi una cuarta parte de los españoles tendrá más de 60 años, lo que supone, como ya estamos viviendo, una fuerte sacudida al actual sistema sanitario. Pero este fenómeno se extiende a los países occidentales, por los que también podría transformar nuestra sociedad y cultura.

Ante esta futura realidad, los especialistas españoles reunidos en el Seminario sobre Biología y patología del envejecimiento cerebral organizado por la UIMP en Santander, han destacado la necesidad de alargar el tiempo de autonomía cerebral de esta población envejecida, impulsando la lucha contra enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. En dicha reunión, se resaltó que hoy esta esperanza de vida activa a la edad de 85 años es sólo de un 70%. Pero superada esa edad desciende rápidamente a un 30%. Aunque lo más preocupante es que, hoy por hoy, el 90% de las incapacidades totales son por enfermedades neurológicas.

Alargar la vida del cerebro

En el caso de España, se prevé que dentro de diez años la población mayor de 60 años llegue a los 9,4 millones de personas, casi una cuarta parte de la población total. Y de ellos, 7,2 millones superará la barrera de los 65 años y 3,6 millones la de los 75 años. Ante este fenómeno de paulatino envejecimiento de la población, los neurólogos reunidos destacaron dos problemas: el crecimiento de la demanda de estructuras y oportunidades para esta población envejecida, que incluso podrá alargar su vida laboral; y la exigencia de una mayor atención social y sanitaria. Por lo que se pidió previsión y apoyo al estudio e investigación de las enfermedades neurodegenerativas que generan incapacidad y cuya incidencia se acentúa en edades avanzadas.

El propio director del Seminario, José Manuel Martínez Lage, profesor de Neurología de la Universidad de Navarra y presidente de la Conferencia Nacional de Alzheimer se encargó de resaltar este concepto de esperanza de vida activa (el número de años de vida que una persona puede vivir con plena autonomía funcional física y neuronal) distinguiéndolo de la tradicional esperanza de vida, o años que vivimos.

Para este especialista, el cerebro es un órgano extremadamente vulnerable y su deterioro puede afectar nuestra percepción, acción, emoción, memoria, conciencia y lenguaje, capacidad de aprendizaje y pensamiento, por lo que subraya Martínez Lage, «hay que conocer, entender y desentrañar su etipatogenia y fisiopatología».

No son «cosas de la edad»

Muchas veces, cuando una persona mayor pierde memoria y olvida con facilidad, expresa juicios sin sentido, tiene dificultades para razonar, utiliza el lenguaje de forma incorrecta, aparece desmotivada o se mueve lenta y torpemente, nos está dando síntomas de que está dejando de ser autónoma, y es un error para los familiares atribuirlo a «cosas de la edad», porque en un buen caso son síntomas de una enfermedad.

Hoy, los avances en genética pueden haber abierto una puerta para aumentar nuestra longevidad, pero no sólo física sino también neuronal. Los especialistas reunidos en Santander se mostraron esperanzados ante los resultados de la clonación terapéutica, que puede ayudar a alargar nuestros años de vida, pero también puede actuar sobre los mecanismos biológicos que actúan durante la vejez en nuestro cerebro.

El propio Martínez Lage cree que los conocimientos crecientes en biología molecular pueden retrasar el envejecimiento y se muestra optimista ante la posibilidad de que utilizando como modelo a personas que muy excepcionalmente alcanzaron incluso los 125 años, puedan recomponerse los relojes biológicos y reprogramar los telómetros (parte del gen que produce la telomerasa, conocida como la proteína de la inmortalidad ) para alargar la esperanza de vida.

El objetivo, pues, no es solamente vivir más años, sino también estar lúcidos para disfrutarlos.