¿Eres incapaz de criticar a tu pareja? ¡Estás enamorad@! Los científicos han demostrado que cuando las personas se enamoran, se produce una desactivación de las áreas cerebrales relacionadas con la capacidad de realizar juicios críticos. La neuróloga e investigadora del Centro de Regulación Genómica de Barcelona Mara Dierssen nos explica qué sucede en nuestro cerebro cuando nos enamoramos y cómo se explican mediante la Neurología algunos fenómenos relacionados con el amor, el desamor y el enamoramiento.
¿ Es cierto que el amor nos deja «ciegos»?
La explicación en términos neurológicos del dicho «el amor es ciego» vendría dada por unos estudios que hizo el grupo de Semir Zeki en 2004, basados en la observación de las áreas del cerebro que se activan cuando una persona se enamora. Llegaron a conclusiones ya obtenidas con modelos animales, pero añadiendo algo más: había muchas áreas que se desactivaban, las que tenían que ver con el juicio crítico-social.
Cuando tenemos que enjuiciar unas actividades o actitudes sociales, utilizamos unas determinadas partes de nuestro cerebro. Pues bien, en las personas enamoradas, cuando tenían que realizar un juicio crítico-social sobre la persona de la que estaban enamoradas, esas áreas no se activaban adecuadamente, de lo que los investigadores dedujeron que la capacidad que tenían para ejercer el juicio estaba reducida. Por eso decimos que «el amor es ciego»; se minimizan los problemas o defectos de la pareja.
¿Qué fases tiene el enamoramiento?
Si nos referimos a lo que ocurre en el cerebro cuando nos enamoramos, debemos diferenciar fases. Hay una primera fase de atracción o deseo sexual que implica la activación de áreas cerebrales relacionadas con el placer, con los sistemas de recompensa -los sistemas dopaminérgicos, denominados así porque utilizan la dopamina, la misma hormona que proporciona otros placeres- y por otras actividades vitales.
Después, hay otra fase en la que ocurre una elección de pareja específica. En ésta intervienen otras hormonas, como la oxitocina o la vasopresina.
Todo ello produce una serie de cambios no sólo químicos, que son los que inundan nuestro cerebro y nos hacen sentir toda una serie de emociones, sino que también son estructurales del cerebro.
Es decir, nuestro cerebro de alguna manera aprende sobre la propia emoción cuando se enamora. Curiosamente, esto también se ha descrito en casos de drogodependencia, fenómeno basado en la activación de áreas similares del cerebro. En ambos casos, hay un proceso plástico, la información queda «grabada» en nuestro cerebro y hay un cambio en cómo nuestras neuronas se conectan entre sí y en la forma en la que se modula la información a través de esos contactos.
¿Qué diferencia hay entre amor y enamoramiento?
En lo que llamamos amor, hay un componente de estabilidad y lazos a largo término que no se da en el enamoramiento. En el enamoramiento predomina más el deseo sexual y la pasión.
El amor está más situado en el dominio cognitivo, donde se deben determinar una serie de aspectos valiosos en la relación, como añadido para un proyecto común. Sin embargo, durante esta fase se puede mantener la emoción inicial, mediante la angustia, por ejemplo, del alejamiento de la persona querida.
Sabemos que cuando impedimos la acción de determinados sistemas de neurotransmisión, se impide también esa determinación a largo plazo de una relación estable con una única pareja.
No me refiero sólo a monogamia o promiscuidad en el sentido típico; hay estudios genéticos o farmacológicos sobre componentes que pueden modular la conducta monógama o promiscua, pero eso no quiere decir que todos seamos monógamos en absoluto, ni que no podamos establecer una preferencia por una determinada pareja.
¿Podemos considerar al ser humano polígamo?
Podríamos decir que la tendencia es polígama, si nos basamos en estudios epidemiológicos o en comparación de especies, es decir, que no tenemos una sola pareja de por vida, entendiendo como tal la monogamia.
Lo que sí está descrito es la monogamia sucesiva, el no estar con otras personas mientras se está con una pareja estable. Ésta es una descripción más realista de la conducta general de la sociedad.
Por otro lado, podemos entender las conductas de relación no estable con otras parejas como otra cosa diferente, también es algo muy clásico en nuestro entorno. Una serie de estudios sobre roedores descubrió una variante de un gen de la vasopresina -relacionado con la identificación de la pareja y la estabilidad- que hacía diferenciar conductas monógamas o promiscuas entre diferentes cepas.
La conducta promiscua en sí misma no es una conducta muy adaptativa; de hecho, los roedores promiscuos eran muy solitarios, cosa difícil en un ser social como el hombre. Después, se hizo una prueba de concepto, mezclando a nivel genético monogamia y promiscuidad, y lo cierto es que los roedores promiscuos se volvían monógamos, es decir, se revertía el fenotipo.
De todas formas, el grupo de investigación se dio cuenta de que no existe un solo gen que determine la conducta monógama; el genoma y el cerebro interaccionan constantemente con el entorno.
¿Qué diferencias presenta el cerebro del ser humano respecto a los demás animales?
Hay muchos elementos compartidos: el proceso de cortejo y reproductivo, por ejemplo, es similar en mamíferos. Pese a esto, el sentimiento que los humanos hemos desarrollado tiene unas características únicas respecto a otras especies, vinculado a la emoción privada que experimentamos. Los síntomas de enamoramiento a nivel cerebral son esencialmente similares.
¿Podemos diferenciar entre hombres y mujeres en el funcionamiento del cerebro a ese nivel?
Entre la mujer y el hombre, hay bastantes diferencias a nivel cerebral, en muchos aspectos más allá de los hormonales. Respecto al enamoramiento, se han descrito diferencias, por ejemplo, en el impacto que produce tener relaciones sexuales. En el caso de la mujer, son mucho más intensos a largo plazo que en el varón. Probablemente, esto tenga un sentido biológico y reproductivo.
En la mujer, la conducta reproductiva da lugar al embarazo y a otra serie de consecuencias que el hombre no tiene. Por tanto, es lógico que el cerebro se prepare de forma diferente para ello. Por otro lado, es cierto que los elementos que se han sugerido que provocan atracción tienen características comunes, pero también marcadas diferencias.
Por ejemplo, los estímulos de carácter visual influyen más en la elección inicial en el varón que en la mujer; de hecho, la pornografía visual durante mucho tiempo ha sido básicamente masculina. Respecto a las demás características en el amor más estable, hay menos diferencias.
¿Cómo procesamos el rechazo?
Por lo que se refiere a rechazo, celos y emociones negativas, debemos tener en cuenta varios elementos. Por un lado, qué va a inducir a ese rechazo. Éste no se produce de entrada porque, en caso contrario, no habría enamoramiento.
La empatía se basa en señales químicas, básicamente feromonas, y en señales visuales, efectos aprendidos, patrones estéticos comunes de la población estables en una cultura, etc.
Es cierto que hay gente que nos atrae sin más, de la misma manera que hay gente que nos provoca rechazo sin que haya una elaboración cognitiva detrás. Muy probablemente, en este último caso, funcionen más actores, como las feromonas.
Respecto a las emociones negativas, hay varias: los celos, la decepción amorosa, el síndrome de abstinencia por alguien que te ha dejado, etc. En estos casos no hablaríamos de un rechazo inicial, sino de algo a más largo término en lo que van a influir muchos factores más allá de los estímulos iniciales.
Aparecen elementos del diálogo entre las dos personas, patrones conductuales no aceptables por parte de uno de los individuos de la pareja, la aparición de celos patológicos, que también tienen su explicación biológica y son tratables en casos determinados farmacológicamente.
¿Qué importancia tienen los olores en el amor?
El cerebro olfatorio está conectado al sistema límbico, de hecho, evolutivamente formó parte de él. La corteza que recoge la información del sistema olfatorio llega al sistema emocional de recompensa; por tanto, lo que entra por esa vía es muy importante.
Se trata de un sistema que también utiliza las feromonas para producir su señalización, de forma que ya no se trata sólo de olores, sino también de elementos que los utilizan para producir sentimientos de apego y empatía.
¿Por qué investigar sobre el amor?
Hay muchos grupos de investigación importantes a nivel mundial que estudian el amor. Yo creo que es fundamental que la gente se dé cuenta que cuando investigamos sobre el enamoramiento, no estamos estudiando la parte lúdica de «revista rosa», sino que lo que estamos investigando es el sistema de las emociones, o de la recompensa, muy relevantes desde el punto de vista fisiológico y patológico.
Es uno de los sistemas más potentes en nuestro cerebro, que además modifica nuestra conducta de forma permanente. Cosas como el impacto de nuestro primer amor modifican nuestra conducta, requieren de procesos neurobiológicos que seguramente son comunes a los de otras estructuras cerebrales, y cuya comprensión nos va a acercar al conocimiento global de nuestro cerebro.
También nos va a ayudar a desarrollar tratamientos, no para el mal de amores, pero sí para patologías que comparten la alteración del mismo sistema biológico o de neurotransmisión.
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