¿Cómo afecta a nuestro organismo un ayuno prolongado?

Un ayuno prolongado puede responder a un acto voluntario del tipo de una huelga de hambre o bien a un acto involuntario provocado por una enfermedad. Te contamos sus consecuencias sobre el organismo.

El ayuno prolongado es la situación en la que durante varios días no se ingieren alimentos, pero sí se toma agua. Puede responder a un deseo voluntario o a una situación impuesta. Hay ayunos prolongados que se hacen con objetivo reivindicativo, como las huelgas de hambre. Otros ayunos pueden ser por circunstancias de enfermedad, de carencia de alimentos, etc.

En el ayuno prolongado el organismo experimenta unos cambios y adaptaciones de su metabolismo para seguir haciendo frente a las necesidades energéticas y mantener las funciones vitales, a pesar de no recibir alimentos Estos cambios se dividen en tres fases según los días transcurridos de ayuno y según los procesos metabólicos implicados.

  • Primera fase: consumo principal de los hidratos de carbono de reserva.

  • Segunda fase: consumo principal de las grasas.

  • Tercera fase: consumo grave de proteínas.

Primera fase

La primera fase del ayuno dura alrededor de un día y medio. Durante este periodo se obtiene la energía necesaria primero al consumir la glucosa que circula por la sangre, y después al ir consumiendo las reservas de glucosa almacenadas en el hígado en forma de glucógeno y también en los músculos.

Por ejemplo, en un varón que pesa unos 70 kilogramos y mide 1,74 metros de altura, la reserva de glucosa hepàtica es de unos 300 gramos, lo que equivale a unas 1.200 kilocalorías (ya que por cada gramo de glucosa se obtienen 4 kilocalorías). El glucógeno muscular puede proporcionar energía para unas 12 horas.

Al cabo de dos o tres días el nivel de glucosa en sangre (glucemia) disminuye y comienzan a utilizarse las grasas (lípidos), los ácidos grasos y los cuerpos cetónicos como fuente de energía. Este descenso de glucosa produce que las células beta del páncreas no liberen insulina, y esto a su vez produce que el músculo libere aminoácidos que se pueden utilizar para formar glucosa (gluconeogénesis)

Los dos objetivos principales en las primeras fases del ayuno son: mantener un adecuado nivel de glucosa en sangre para que el cerebro siga recibiendo su aporte necesario, y mantener las proteínas intactas.

Segunda fase

La segunda ase del ayuno prolongado ocurre más o menos a partir del quinto día. En este momento, el organismo deja de de consumir la glucosa y el glucógeno almacenados y consume fundamentalmente las grasas.

El cuerpo humano tiene de promedio unas reservas de grasa de 10-11 kilogramos. Cada gramo de grasa aporta una energía de 9 kilocalorías. Por lo tanto estas reservas equivaldrían aproximadamente a unas 100.000 kilocalorías, que podrían aportar energía para unos 40 días aproximadamente.

Las reservas más importantes de grasa corporal se encuentran en el tejido subcutáneo, alrededor de los riñones (grasa perirrenal) y en el epiplón (una doble membrana de tejido graso que es un repliegue del peritoneo y recubre los órganos del abdomen). Cuando la fuente de energía no proviene de la glucosa o los hidratos de carbono, las proteínas musculares y los triglicéridos del tejido adiposo (graso) son las principales fuentes de energía.

Entre la fase primera y la segunda fase del ayuno sí se pierden algunas proteínas musculares pero no de forma excesiva, incluso con ayunos de dos o tres semanas.

Al cabo de unas 2 semanas de ayuno, hasta dos terceras partes de la energía que necesita el cerebro se obtienen de los cuerpos cetónicos. Estos cuerpos cetónicos son los productos de degradación de las grasas y son los responsables del aliento típico cetónico que recuerda al olor de las manzanas ácidas; también la orina huele a cetona.

En esta fase sí comienza a presentarse daño en algunos órganos importantes como el hígado y los riñones. A partir de la primera semana de ayuno, la acidosis afecta a la función del corazón de la circulación y del cerebro.

Tercera fase

En la tercera fase del ayuno prologado sucede a partir de las 3 semanas, es decir, una veintena de días sin alimentos, aunque es variable según la constitución de cada persona. Ocurre un pico de consumo de las proteínas musculares y comienza a percibirse una gran pérdida de peso con una gran debilidad. Suceden edemas y se altera la concentración de albúmina en la sangre, como muestra de la autodigestión de las proteínas musculares.

Aproximadamente a partir de los 30 días de ayuno el estado de desnutrición afecta de forma grave a todos los sistemas corporales. A partir de los cuarenta o cincuenta días el deterioro es notable por el desgaste físico, la persona pierde su movilidad y sufre pérdidas de consciencia. Finalmente, la muerte por inanición puede ocurrir por una parada cardiorrespiratoria o por la falta de riego sanguíneo al cerebro.

Efectos del ayuno prolongado sobre algunos órganos y sistemas:

  • Efectos gastrointestinales:

Debidos a que el estómago sigue produciendo los jugos gástricos (ácido clorhídrico) según un ritmo circadiano y además debido al estrés que supone la situación de ayuno.

-Dolor en la parte superior del abdomen (epigastrio)

-Ardor de estómago (pirosis retroesternal)

-Náuseas.

  • Efectos sobre la presión arterial:

La presión arterial disminuye progresivamente. Hacia el tercer o cuarto día de ayuno se produce una hipotensión ortostática, es decir, la persona se marea al incorporarse de forma brusca. Es necesario evitar posibles complicaciones derivadas de la falta de riego cerebral o de una insuficiencia cardiaca.

  • Efectos sobre la frecuencia cardíaca:

En general el pulso se acelera como consecuencia de que ante hipotensión arterial el corazón aumenta la frecuencia cardiaca.

  • Efectos sobre el sueño:

Se puede tener insomnio de forma fisiológica. El no ingerir alimentos conlleva un ahorro de energía del esfuerzo metabólico de la digestión y lleva a que la persona se encuentre en un estado casi constante de alerta y de vigilia. El cerebro recibe más flujo sanguíneo porque el organismo prioriza su función. También hay un aumento de la actividad y el rendimiento intelectual, aunque al mismo tiempo ocurre cansancio físico.

** Redacción: Doctora Sarai de la Fuente Gelabert**

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