La hipertensión es uno de los factores más importantes de riesgo cardiovascular y constituye el primer factor de riesgo de derrame cerebral, al tiempo que se sitúa entre los tres primeros factores de riesgo (con la hipercolesterolemia y el tabaquismo) de enfermedad coronaria (angina de pecho, infarto de miocardio y muerte súbita). La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que existen 691 millones de hipertensos en los países occidentales, que viene a ser el 20 por ciento de la población adulta de esta región del mundo.
Las directrices de la OMS y de la Sociedad Internacional de la Hipertensión (SIH) marcan que existe hipertensión cuando se superan los valores de 140 milímetros de mercurio (mm/Hg) de presión sistólica y 90 mm/Hg de presión diastólica. Esta misma organización considera deseable que los valores óptimos no alcancen 120 y 80.
La hipertensión se conoce también como la muerte silente, por sus efectos perjudiciales sobre todo en los vasos sanguíneos del sistema circulatorio, especialmente los que afectan a los llamados órganos diana, de la hipertensión, como son el cerebro, el corazón y el riñón. El riesgo de sufrir un derrame cerebral, un evento coronario o insuficiencia renal está directamente relacionado con la elevación patológica de la presión arterial.
La hipertensión es una enfermedad crónica, generalmente asintomática, que se caracteriza por la elevación de la presión sanguínea, tanto diastólica cómo sistólica. Cuando el corazón bombea sangre al resto de los tejidos del organismo genera una ola de presión en las paredes de las arterias. El punto álgido de esta ola es la presión sistólica, mientras que el punto bajo entre latido y latido de corazón es la presión diastólica. El diagnóstico de la hipertensión se establece a partir de diferentes mediciones durante varias semanas, ya que la presión sanguínea varía según el momento y la situación del día (por ejemplo, aumenta con el estrés y el ejercicio físico).
Este problema es también causa importante de incapacidad física y su prevalencia va en progresivo aumento en los próximos veinte años.
Mal control de la hipertensión
A pesar de que los beneficios de la presión arterial están bien definidos y de que actualmente se dispone de un amplio arsenal terapéutico para paliar esta enfermedad, la hipertensión sigue siendo uno de los problemas sanitarios más mal tratados.
Datos del año 2000 extraídos del US National Health and Nutrition Examination Survey revelan que sólo el 68 por ciento de los hipertensos saben que padecen la enfermedad, y el 53 por ciento recibe tratamiento farmacológico. Se calcula que tan sólo el 27 por ciento tiene adecuadamente controlada la tensión arterial.
Otro estudio, el HOT (Hypertension Optimal Treatment) ha evidenciado que la tensión arterial media de los hipertensos tratados era de 161 y 99 mm/Hg es decir, no estaban adecuadamente controlados al no tener valores inferiores a 140 y 90 mm/Hg.
Por su parte, el informe Glasgow Blood Pressure Clinic mostró que las complicaciones cardiovasculares y la mortalidad hipertensa tratados y seguidos durante seis años y medio era de dos a cinco veces mayor que las de la población normotensa (con presión estable).
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