El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es un síndrome infradiagnosticado por la escasa información que existe. Aunque se trata del trastorno de la conducta más frecuente en la edad escolar y es fácilmente identificable, todavía persisten falsos mitos incluso entre los familiares y profesores. El diagnóstico precoz y un tratamiento adecuado son la mejor herramienta para abordarlo.
Si bien los tres síntomas que identifican a un niño con TDAH son muy claros: falta de atención, hiperactividad e impulsividad, más de la mitad de los niños que lo sufren están todavía sin diagnosticar. Esta situación suele acarrear el fracaso del niño en los distintos aspectos de su vida (académico, social y familiar) y con frecuencia tiene consecuencias durante la edad adulta. De hecho, cuando el TDAH no se diagnostica y trata a tiempo produce complicaciones graves, «como dificultades en sus relaciones sociales, ansiedad, depresión, problemas académicos y una mayor probabilidad de tener complicaciones relacionadas con el abuso de sustancias tóxicas que tendrán dificultades para controlar en la edad adulta», concreta el doctor Mariano Trillo, Psiquiatra Infanto Juvenil con práctica privada en Barcelona.
El Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad afecta a entre el tres y el 10 por ciento de los niños en edad escolar. A menudo evoluciona de forma crónica, lo que quiere decir que en el 60 por ciento de los casos los síntomas persisten hasta la vida adulta. Sin un tratamiento adecuado, los adolescentes con TDAH continúan con problemas de comportamiento, de adaptación social, y muchos de ellos terminan experimentando fracaso en el colegio. En el caso de los adultos, persisten dificultades de atención y concentración, impulsividad y problemas en las relaciones interpersonales y laborales.
Cómo afecta el TDAH al niño y a su entorno
Las consecuencias de este trastorno son muchas y variadas. Para los padres queda un sentimiento de frustración, tristeza y decepción; entre los profesores hay insatisfacción ante un alumno que no colabora y no sigue las normas, y para los compañeros, el niño con TDAH simplemente les molesta. Tal y como explica Isabel Rubió, madre de tres hijos con TDAH y Presidenta de la Fundación ADANA, «el niño con TDAH es un niño poco popular con los amigos porque por ejemplo, cuando sus compañeros juegan a la pelota, él la coge y se la queda; y también, a veces, es rechazado por la maestra, porque le molesta y tienen que reñirle mucho». Y a su vez, el propio niño ve, con impotencia, cómo incumple las expectativas de los otros, «lo que afecta negativamente a su autoestima y le dificulta las relaciones con su entorno», añade.
En opinión de los especialistas, esta situación se puede revertir con un tratamiento farmacológico y psicoterapéutico adecuado. En este sentido, se ha observado en estudios rigurosos que los pacientes tratados tienen una mejor evolución hacia la adolescencia y la edad adulta que se traduce en mejores resultados académicos, llegando a alcanzar una mejor capacitación profesional en la vida adulta además de mejorar la interrelación con padres, familias, profesores y amigos.
Aumentar el conocimiento del TDAH favorecería el diagnóstico precoz
El elevado grado desconocimiento del TDAH es el principal obstáculo para llegar al diagnóstico precoz. Por ello, médicos, familiares y asociaciones de pacientes luchan a diario para dar a conocer esta enfermedad.
La presidenta de la Fundación ADANA insiste en transmitir a la sociedad el mensaje de que «el niño con TDAH no es un niño maleducado, gamberro, gandul ni problemático; es un niño con un serio problema y que tiene solución». Y añade que «si todos estamos ayudándolo y apoyándolo conseguiremos hacer de él un adulto con una buena calidad de vida, integrado en la sociedad».
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