07Abr. 06
Al tratamiento convencional con L-dopa se están añadiendo terapias complementarias cuyo objetivo es aumentar la duración de los efectos beneficiosos en el paciente. Actualmente, se está investigando la rotigotina, un agonista dopaminérgico cuya aplicación será en forma de parches, y la rasagilina, un nuevo fármaco con efectos neuroprotectores que va ayudar a ralentizar la evolución de la enfermedad.
Actualmente, la L-dopa sigue siendo el tratamiento para la enfermedad de Parkinson más eficaz y más utilizado. Aunque su administración produce una mejoría clínica en los pacientes -y actúa eficazmente sobre la acinesia, el temblor, la rigidez y los trastornos posturales- tras años de tratamiento (aproximadamente 5 o 6) va perdiendo efectividad y se empieza a asociar con importantes efectos adversos, favoreciendo la aparición de complicaciones motoras severas y reduciendo la capacidad funcional.
Sin embargo, ya se están desarrollando fármacos complementarios a la L-dopa, con mayor duración de sus efectos positivos en el tiempo. Por una parte, se está investigando un agonista dopaminérgico nuevo, la rotigotina, que tendrá una nueva forma de administración, mediante parches, y cuya ventaja será una mayor duración de los efectos del tratamiento convencional. «Solucionaremos así el principal handicap al que se enfrentan los pacientes en terapia», expresa esperanzada la doctora Àngels Bayés, directora de la Unidad de Parkinson Teknon de la Fundación de Neurocirugía Funcional de Barcelona.
Dentro del abanico terapéutico, también se va a disponer de un nuevo fármaco de efectos neuroprotectores, la rasagilina, que intentará «frenar la evolución de la enfermedad», añade esperanzada la especialista de este hospital barcelonés.
En cuanto a técnicas terapéuticas, existe un auge de la neuroestimulación, que se aplica sobre el núcleo subtalámico, la zona del cerebro que está implicada en los síntomas de la enfermedad. A través de estudios, se ha visto que «en los pacientes con Parkinson este núcleo estaría hiperexcitado y, mediante esta técnica, se produciría una neuroinhibición de estas neuronas que descargan excesivamente para regular los síntomas en el paciente», detalla la especialista barcelonesa.
A nivel de terapia celular, se está avanzando cada día más «pero su aplicación en el sistema nervioso es todavía muy lejana», afirma la especialista. Y es que, «es muy complicado tener un número de neuronas suficientemente elevado para que esta terapia pueda ser efectiva a la hora de hacer un transplante», añade.
Una enfermedad todavía desconocida
La enfermedad de Parkinson todavía no es tan conocida como el Alzheimer o la diabetes, «lo que dificulta su abordaje, en muchos casos, así como la comprensión de las personas que rodean al enfermo», lamenta Carles Guinovart, presidente de la Federación Española de Parkinson (FEP). Entre los aspectos más desconocidos, se encuentran «la lentitud de movimientos que acarrea, los bloqueos, la disquinesia y los movimientos involuntarios, entre otros síntomas». En ese sentido, «hay algunas personas que confunden un Parkinson con un enfermo de alcoholismo», comenta el presidente de la FEP.
Esta falta de información también afecta al paciente. En ese sentido, el afectado «no debe rehusar la información que le aporte el médico porque es vital para diseñar estrategias a la hora de hacerle frente». Como la patología progresa lentamente, «el paciente va a tener tiempo de poderse adaptar de manera adecuada; y en el caso de los familiares, también es fundamental la información para ayudarles a entender determinados síntomas y saber reaccionar de manera comprensiva y eficaz».
En definitiva, es «realmente importante la comunicación entre el profesional de la medicina y la persona que sufre la enfermedad», destaca Carles Guinovart. Y éste es, precisamente, el lema del Día Mundial del Parkinson 2006.
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