El CNIO emprende un ambicioso proyecto de investigación del cáncer de vejiga

Se trata de identificar marcadores tumorales de valor pronóstico para la subclasificación tumoral, progresión de la enfermedad, respuesta a la quimioterapia y supervivencia, y desarrollar pruebas de detección en fluidos (sangre y orina).

En España fallecen cada año 4.500 personas a causa de un cáncer de vejiga, un tipo de tumor muy condicionado por factores ambientales, más frecuente en los varones (82%) que en la mujer y que representa el dos por ciento de todos los tumores que se registran en nuestro país. El consumo de tabaco y la exposición a diferentes sustancias químicas industriales pueden inducir su desarrollo. De hecho, en los últimos 20 años la incidencia en las mujeres ha crecido notablemente como consecuencia de su incorporación al hábito de fumar y al mundo laboral de la industria.

En la mayoría de los casos, la detección de este tipo de tumor se realiza por la presencia de hematuria. La buena noticia es que en el 80% de los casos el tumor se detecta en fases iniciales, es decir, cuando es superficial, los que supone que únicamente afecta al revestimiento interno de la vejiga y no ha pasado a la pared muscular (invasivo). En tales casos, se realiza una resección del tumor mediante una técnica no invasiva, introduciendo un citoscopio a través de la uretra, y se somete al paciente a un tratamiento con quimioterapia y radioterapia. Si el tumor es invasivo, la solución quirúrgica pasa por la extracción total de la vejiga y utilizar algunos segmentos de intestino para construir un reservorio que haga sus funciones, o bien creando una salida nueva para la orina.

Pese a todo, en términos globales, en España la supervivencia de pacientes con este tipo de tumor es del 82-86% a un año y del 70-75% a cinco.

Oncogenes y marcadores tumorales

«Aunque en términos generales no existe un consenso sobre el papel de determinados oncogenes», explica Marta Sánchez-Carbayo, jefe del Grupo de Marcadores Tumorales del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), «sí parece que están alterados los genes p53 y el retinoblastoma. El problema es que no se pueden detectar marcadores tumorales en suero y, aunque la FDA ha aprobado en Estados Unidos una técnica para su detección en orina, ésta exige un manejo rápido de la muestra, lo que hace que en el hospital la prueba pierda su fiabilidad inicial».

«En la actualidad y aunque la detección de estos marcadores todavía no se realiza en la práctica clínica», comenta Marta Sánchez-Carbayo, «todo indica que la alteración de p53 determina un peor pronóstico en cuanto a la evolución de la enfermedad se refiere. Del mismo modo, los últimos resultados sugieren que la alteración del gen FGFR3 señala un mejor pronóstico evolutivo».

Precisamente, el Grupo de Marcadores Tumorales del CNIO ha emprendido un proyecto de investigación que persigue en una primera etapa utilizar la genómica y la proteómica para encontrar nuevos marcadores y posteriormente desarrollar técnicas para su detección en fluidos humanos (sangre y orina) y también en tejidos.

«Queremos caracterizar funcionalmente cómo dianas moleculares de interés están involucradas en la progresión tumoral, y específicamente los mecanismos de supresión tumoral de KiSS-1 y myopodin», explica la jefe del Grupo de Marcadores Tumorales. El objetivo es transformar patrones genéticos obtenidos mediante análisis de expresión génica en marcadores tumorales multiparamétricos para ser medidos en fluidos biológicos, fundamentalmente en el suero y la orina. De este modo, tratamos de definir y validar algoritmos diagnósticos y pronósticos del comportamiento clínico basados en patrones proteicos medidos en muestras no invasivas».