30Oct. 03
Según la encuesta Pain in Europe, España es el país europeo con una menor incidencia del dolor crónico, que afecta a un once por ciento de los ciudadanos, pero el tiempo que los pacientes padecen este tipo de dolor es de nueve años, dos años por encima de la media europea.
El doctor Manuel Rodríguez, presidente de la Sociedad Española del Dolor (SED) y jefe clínico de la unidad de dolor del Hospital Carlos Haya de Málaga, define el dolor crónico como «la plaga de la humanidad dentro de los países desarrollados» y lo achaca a dos causas: el envejecimiento de la población y la mejora de la calidad de vida que lleva a que cambie la idea tradicional de «aceptar el dolor o el sufrimiento». El problema del dolor, «una sensación emocional desagradable que se acompaña de daño tisular real o potencial», es que es una sensación subjetiva y para poder evaluarlo es preciso averiguar «cómo transformarlo en una sensación objetiva». Este especialista considera que «el dolor se debe aliviar», pero muy pocas veces se puede curar y por ello es importante «dejárselo muy claro al paciente para que no se cree falsas expectativas».
Para realizar la encuesta Pain in Europe se entrevistó a personas que sufrían un dolor de una intensidad entre leve y moderada y con una duración superior a seis meses. Las enfermedades en las que se detectó una mayor incidencia de dolor crónico fueron los procesos degenerativos e inflamatorios, fundamentalmente artrosis y artritis, según el doctor Rodríguez.
La encuesta indica que España es el país en el que el dolor crónico de los enfermos tiene una mayor duración (un 20 por ciento lo padece durante más de 20 años) y donde los pacientes tienen una tasa más elevada de depresión (un 29 por ciento). En cambio, en nuestro país la satisfacción con la asistencia médica es mayor que en el resto de Europa, un 68 por ciento frente al 62 por ciento en la media europea. No obstante, el doctor Rodríguez opina que «al médico español le falta formación sobre el dolor y sensibilidad hacia esa persona que tiene dolor».
El doctor Manuel Alberto Camba, secretario de la SED y jefe del servicio de anestesiología del Hospital Arquitecto Marcide de Ferrol, destaca el «impacto social» de un dolor de estas características, que provoca que el 22 por ciento de los españoles que lo sufren pierda su trabajo por esta causa o en caso de que lo mantenga falte una media de 16 días al año debido al dolor. Un 40 por ciento de los europeos consultados «manifiesta infelicidad e incapacidad para pensar correctamente por culpa de su dolor» y uno de cada seis «considera que su dolor es tan fuerte que prefiere morir».
De acuerdo con los datos de Pain in Europe , el 73 por ciento de los españoles que sufren dolor crónico recibe tratamiento, pero un 21 por ciento lo acaba abandonando. Un 58 por ciento de estos pacientes cree que su tratamiento no es el adecuado y sólo a un diez por ciento de ellos se les instó a situar su dolor en una escala de niveles, lo que llevó a un 44 por ciento de los enfermos a declarar que su médico «se preocupa más por la enfermedad que por su dolor», señala el doctor Camba. Asimismo, la mayoría de los enfermos son tratados en Atención Primaria, mientras que sólo un 27 por ciento es atendido por un especialista. A esto se añade que aunque nuestro país posee 94 unidades de dolor, de ellas «sólo once son multidiciplinarias» y cuentan con médicos de distintas especialidades, una cantidad «insuficiente para tratar ni la décima parte» del total del pacientes con dolor, denuncia el doctor Rodríguez.
Tratamiento del dolor
En España los fármacos más utilizados para tratar a pacientes con dolor crónico son los antiinflamatorios no esteroideos (49 por ciento), seguidos por los opioides (menores un trece por ciento y mayores un 1 por ciento) y el paracetamol (ocho por ciento), mientras que los inhibidores COX-2 sólo representan el dos por ciento del total. Además, nuestro país es el que realiza un menor uso de tratamientos alternativos, afirma el doctor Camba.
Por su parte el doctor Manuel Rodríguez añade que «España es el primer o segundo país productor de opiáceos, pero prácticamente el último con Grecia y Portugal en su utilización» para el tratamiento del dolor. En su opinión, es necesario «formar al médico en la utilización correcta de los opiáceos» porque hasta ahora ha habido un tratamiento inadecuado debido a «un desconocimiento total sobre la administración de opiáceos para el dolor crónico no oncológico». En esta línea, el doctor Camba subraya que «es bajísimo el número de problemas que presentan por adicción a los opiáceos los pacientes con dolor crónico».
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