La práctica de la automedicación tiene muchos seguidores pese a los peligros que supone para el organismo; la recomendación de cierto fármaco a otra persona rompe el ciclo médico-farmacéutico-paciente. Es evidente que muchas medicinas son de uso casi habitual y que la mayoría de personas se sirven de ellas con gran frecuencia. Sin embargo, un simple analgésico o un antibiótico olvidado en el fondo del botiquín puede, si no se ha consultado con el médico, provocar reacciones inesperadas, sin tener en cuenta otros problemas de mayor repercusión a nivel social.
Más del 30% de los españoles consumen algún tipo de antibiótico sin prescripción médica o sin receta al año. Esto supone un grave problema de educación sanitaria no sólo a nivel individual sino también a nivel global. En primer lugar debe quedar claro que ni la automedicación ni un excesivo recurso a los medicamentos son un síntoma de buenos cuidados, sino más bien todo lo contrario. La Organización Mundial de la Salud reconoce el derecho de cada individuo a autocuidarse, especialmente en países donde la sanidad es insuficiente y los autocuidados suponen la única vía para mantenerse sano. En el mundo occidental no es el caso, dados los servicios sanitarios disponibles, y aún así, una gran parte de la población sigue recurriendo a la «vecina de cabecera» en lugar de ir al centro de salud más cercano.
Intentando hacer frente a este grave problema sanitario, desde la Sociedad Española de Quimioterapia se ha hecho un estudio sobre los efectos de la práctica de la automedicación en el caso de los antibióticos. El doctor José Prieto, directivo de la Sociedad Española de Quimoterapia aclara que «la automedicación no es un compartimento estanco, sino que es una práctica que se autorrelaciona con otros problemas, como son el incumplimiento terapéutico y el almacenaje de medicamentos. Un problema es consecuencia de otro y todos ellos están integrados dentro de un grave problema de educación sanitaria».
Los grandes problemas
En el caso de los antibióticos, como en los demás medicamentos, sucede que muchas veces se produce lo que los médicos llaman incumplimiento terapéutico; es decir, que no se acaban los tratamientos prescritos por el doctor o bien se realizan incorrectamente. Eso conlleva otro grave problema, que es el almacenaje de medicamentos en los hogares. Siguiendo la reacción en cadena, cuando un paciente vuelve a tener síntomas parecidos a lo que sufrió en otra ocasión (por lo que le suministraron medicinas específicas), echará mano de los que le sobraron y que guardó en un rincón del botiquín, y que, en muchos casos, no son los convenientes. Incluso pueden estar caducados.
Automedicarse con un analgésico tiene importancia individual; puede ser tóxico, puede causar problemas a la persona que los ingiere, puede no ser el adecuado…pero en el caso de los antibióticos es más grave, porque la repercusión es a nivel global. Las bacterias que un antibiótico debería eliminar pueden acostumbrarse al fármaco y hacerse resistente a él dentro del organismo de un individuo si éste se autosuministra el antibiótico sin prescripción médica y sin control. Una vez estas bacterias pasan a otro individuo, serán resistentes al antibiótico y este medicamento perderá toda su eficacia. Y de esta manera, se crean innumerables resistencias a los antibióticos, anulando su acción curativa. «En el caso de los antibióticos la automedicación es más grave, ya que la repercusión no sólo es para el enfermo sino para el resto de la sociedad; en el momento que un paciente se administra un antibiótico de manera inadecuada está induciendo a la selección de bacterias resistentes, que luego van a generar procesos en otras personas. El problema es más grave», afirma el doctor Prieto.
Según el estudio de la Sociedad Española de Quimioterapia, los sectores que más se automedican son la clase media-alta, de edades comprendidas entre los 28-40 años. En la tercera edad la automedicación es casi inexistente, ya que las personas mayores prefieren pasar por la seguridad social y obtener una medicina por mucho menos de lo que cuesta o de manera gratuita. En todo caso, las cifras son demasiado elevadas como para dejar que pasen desapercibidas.
Evitar la automedicación
Tanto para mejorar la situación de la sanidad a nivel personal como a escala global, se deben lanzar mensajes de concienciación a médicos, pacientes, farmacéuticos y también a la administración para intentar disminuir las cifras de los pacientes que se automedican. Se debe instar a la administración a participar activamente en la educación sanitaria, que se recomiende a los médicos a ser muy cuidadosos con los diagnósticos, que eviten recetar antibióticos en procesos víricos, salvo en las indicaciones precisas, para asegurar la curación de un enfermo. Y a los farmacéuticos, que no administren fármacos sin receta bajo ningún concepto. Pero en realidad lo que debe conseguirse para frenar la práctica de la automedicación es, sobre todo, concienciar a cada familia sobre lo peligroso que es almacenar medicamentos o bien desoír los consejos del médico.
En este sentido, el doctor Prieto asegura que «a las familias se les ha de decir que es inadecuado y peligroso que mantengan en casa los antibióticos que sobran porque se pasan, pierden efectividad e inducen a la automedicación. Además, un enfermo que se automedica con antibióticos comete un acto de insolidaridad porque sin quererlo provocan resistencias para el resto de la comunidad». Un hecho que hace una reflexión sobre la responsabilidad que tenemos respecto a nosotros mismos, nuestra salud y la de los que conviven con nosotros.
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