El síndrome de la clase turista

22Ago. 01

El fallecimiento de la galesa Emma Christoffersen, de 28 años, a causa de lo que comúnmente se denomina el síndrome de la clase turista ha levantado un aluvión de querellas ante la justicia australiana. Este síndrome no es más que un incidente vascular que se imputa a la inmovilidad prolongada durante los vuelos de larga duración. Vuelos que, los ciudadanos de las antípodas realizan muy a menudo para llegar hasta Europa.

El debate suscitado por la reciente muerte de una pasajera de la compañía australiana Quantas en un vuelo de 20 horas de Sydney a Londres ha llegado a los tribunales. Un despacho de abogados de la ciudad australiana ha presentado un primer pleito de diez pasajeros, que reclaman más de 33.000 dólares (unos seis millones de pesetas) por daños y perjuicios vinculados al síndrome de la clase turista.

Emma Christoffersen aterrizó el pasado 22 de octubre en el aeropuerto de Heathrow, en Londres, e inmediatamente se sintió indispuesta y se desmayó. La muerte se produjo más tarde, antes de poder llegar al hospital. Venía desde Sidney hasta Londres, con una parada de dos horas en Singapur. Vio anochecer dos veces y amanecer dos mañanas. Las azafatas le ofrecieron ocho veces comida entre desayunos, comidas y cenas. Más de veinte horas de vuelo. Era deportista, no fumadora y según su familia, muy activa, rasgos no muy habituales entre personas que sufren trombosis de este tipo. Además, no era la primera vez que viajaba a destinos que requerían muchas horas de vuelo.

Este síndrome de la clase turista, (que aunque se denomine de esta forma no sólo afecta a viajeros que ocupan los asientos más baratos de los aviones) se debe a una falta de riego sanguíneo, provocado por estar mucho tiempo sin estirar las piernas, postura muy corriente en la clase económica, donde los asientos suelen tener poco espacio entre uno y otro. La poca movilidad hace que la circulación sanguínea sea dificultosa. Esta falta de riego sanguíneo, según los médicos, genera un coágulo de sangre, generalmente en una vena de las piernas, que después se aloja en los pulmones o en el corazón y causa la muerte inmediata.

Los factores que se encuentran en el origen de una trombosis venosa (que algunos estudios han señalado que puede afectar a 1,5 de cada 1.000 personas) son el daño a los muros de la vena, la ralentización del flujo sanguíneo y la hipercoagulabilidad de la sangre, que tiene como factores la edad, la inmovilidad y la ingestión oral de anticonceptivos, entre otros. Las personas supuestamente más afectadas son las de mediana edad o mayores y los fumadores, entre otros.

Para evitarlo, se recomienda levantarse del asiento y caminar por los pasillos del avión de vez en cuando. Cabe recordar que el síndrome de la clase turista puede afectar a los pasajeros de la clase preferente (que disponen de asientos más amplios y con más libertad de movimiento) si no toman la precaución de dar algunos pasos durante el trayecto.

Lo que se pretende con esta rueda de pleitos que ha comenzado en Australia a raíz del caso de Emma Christoffersen es que las compañías aéreas que ofrecen viajes largos informen sobre el posible peligro de esta enfermedad y que se tomen medidas para evitar esta dolencia.