23Sep. 13
Existen muchos casos sin diagnosticar por desconocimiento o por infravalorar los síntomas de la enfermedad. Puede llegar a trascurrir más de 10 años hasta que se realiza un diagnóstico correcto. Hasta un 20% de los pacientes sufre una forma grave de la enfermedad.
Según datos manejados por la Sociedad Española de Neurología (SEN) aproximadamente un 5% de la población española padece el Síndrome de las Piernas Inquietas (SPI), lo que supondría más de 2 millones de personas. De ellos, hasta un 20% sufren una forma grave de la enfermedad. Debido a que el SPI no pone en peligro la vida del paciente, durante años, se ha infravalorado tanto los síntomas como el impacto que produce en la calidad de vida del enfermo, hasta el punto de que actualmente pueden trascurrir más de 10 años hasta que se realiza un diagnóstico correcto.
“El SPI es uno de los trastornos neurológicos más comunes, aunque sigue poco conocido y mal diagnosticado. Sin embargo, es preciso recordar que una enfermedad crónica y con gran impacto en la calidad de vida de los pacientes, por lo tanto, la conmemoración de Día Mundial del Síndrome de las Piernas Inquietas, debe servir para impulsar el conocimiento de esta enfermedad”, señala el Dr. Hernando Pérez Díaz, Coordinador del Grupo de Estudio de Trastornos de la Vigilia y Sueño de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
El síndrome de piernas inquietas (SPI) es un trastorno de origen neurológico, que se caracteriza por molestias tales como dolor, quemazón, hormigueo, tirantez,….en las piernas -aunque también puede afectar a las manos, al cuello y al tronco- , lo que hace que los pacientes sientan la necesidad incontrolable de moverlas. Estas molestias suelen aparecer en momentos de reposo -principalmente cuando se está sentado o acostado y, sobre todo, por la noche o a última hora de la tarde- y se suelen aliviar al mover las piernas, levantarse o caminar.
Debido a ello, el paciente es incapaz de descansar adecuadamente, sufre de insomnio o se ve privado de horas y calidad de sueño, con las consecuencias que un descanso incorrecto acarrean: falta de concentración durante el día, afectación en su capacidad de trabajo, en su capacidad de participar en actividades sociales y de ocio, así como cambios de humor que repercuten en sus relaciones personales.
Aunque el SPI puede manifestarse a cualquier edad -en aproximadamente una cuarta parte de los pacientes los síntomas comienzan en la infancia y la adolescencia- son los pacientes mayores de 50 años los que sufren los síntomas con más frecuencia y durante periodos de tiempo más largos, ya que la severidad el trastorno parece aumentar con la edad. “En los últimos años ha avanzado muchísimo el tratamiento de la enfermedad hasta el punto de que, en la gran mayoría de los casos, se pueden eliminar las molestias y por lo tanto, a los pocos días, los pacientes ven mejorado su descanso y, por lo tanto, su calidad de vida”, asegura el Dr. Hernando Pérez. “Aunque los pacientes suelen buscar atención médica -generalmente el motivo de consulta suele ser el insomnio- el desconocimiento que existe sobre este trastorno es aún muy notable por parte de muchos especialistas. Es más común de lo que sería recomendable que, en ocasiones, los síntomas se etiqueten como vasculares, llegando incluso a recomendar la safenectomía, o que se trate con benzodiacepinas, como si se tratase de un simple insomnio, que no resuelven el problema”.
Las causas que originan el SPI aún no están claras, si bien las últimas investigaciones apuntan bien a un origen genético (es común que exista una historia familiar de SPI) o como consecuencia de padecer anemia, Parkinson, diabetes, insuficiencia renal,… Durante el embarazo, sobre todo durante los últimos meses, hasta un 20% de las mujeres desarrollan SPI y, si bien los síntomas suelen desaparecer después del parto, se ha encontrado una relación clara entre el número de embarazos y las posibilidades de desarrollar la enfermedad de forma crónica.
Desde la SEN se aconseja acudir a la consulta de su neurólogo si se padecen los siguientes síntomas:
– Necesidad de mover las piernas, generalmente por sentir molestias.
– Inquietud motora en las extremidades inferiores.
– Los síntomas se intensifican durante el reposo y mejoran con el movimiento.
– Aparición o agravamiento de los síntomas por la tarde o noche.
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