El urólogo, el eterno temido

09May. 08

Todavía existe el miedo al urólogo entre los hombres, ya sea por temor, por prejuicios o por falta de concienciación, pero los varones siguen siendo reacios a la visita de este especialista. Datos aportados por distintos urólogos cifran en menos del 10 por ciento el porcentaje de hombres que acude periódicamente a una revisión de este tipo. Una realidad que contrasta enormemente con el hábito totalmente asentado de la mujer de acudir habitualmente al ginecólogo.

****¿De dónde proviene esta aprensión?

El temor a estos médicos proviene de muchas razones, entre ellas está la incomodidad al realizar exámenes en las zonas más íntimas masculinas, como la próstata, el colon o el recto. A ello se suma la idea preconcebida del dolor, a pesar de que en realidad, esta práctica es generalmente indolora, y por último, la barrera psicológica de los prejuicios educacionales vinculados al tacto rectal.

Todo ello conlleva que el hombre normalmente descuide sus revisiones periódicas, de manera que no asiste al especialista hasta que nota anomalías en su rendimiento sexual o hasta que siente que algo anda realmente mal. Sin embargo, este momento puede ser tarde para el diagnóstico de enfermedades tan graves como el cáncer de próstata, que en sus primeras fases es asintomático, luego cuando los síntomas aparecen, es señal de que se encuentra en un estado avanzado. De todas formas, debemos tener en cuenta que una detección precoz y la aplicación del tratamiento adecuado, puede hacer aumentar las posibilidades de curación de este tipo de cáncer hasta un 85 por ciento, igual que la calidad de vida del paciente puede mejorar notablemente.

Por consiguiente, según los especialistas es necesario acudir a una revisión anual a partir de los 50 años, ya que esta es la edad en la que se incrementa el riesgo de padecer cáncer de próstata. Si hay antecedentes familiares, se recomienda iniciar este tipo de revisiones a partir de los 45 años.

Braquiterapia, un tratamiento menos agresivo

En España, cada año se diagnostican 14.400 nuevos casos de este tipo de neoplasia, que provocan 5.800 muertes anualmente. Hablamos, pues, del segundo tipo de tumor con mayor tasa de mortalidad, después del cáncer de pulmón.

Sin embargo, como hemos señalado, un diagnóstico precoz puede mejorar las expectativas, así como puede permitir el uso de tratamientos menos agresivos para combatir la enfermedad, por ejemplo, la braquiterapia. Esta técnica consiste en la implantación de semillas radioactivas de Iodo-125 directamente en el interior de la próstata, lo que disminuye notablemente la posibilidad de que la radiación alcance los órganos sanos adyacentes (recto y vejiga).

Según los expertos, esta técnica consigue unos índices de curación similares a los de la cirugía radical o la radiación externa, con la ventaja de que minimiza en gran medida los habituales efectos secundarios de esos tratamientos: la impotencia y la incontinencia urinaria.

En definitiva, es una práctica menos molesta, beneficiosa y que puede mejorar con creces la calidad de vida del paciente. Para ello, sólo se debe acudir a las revisiones periódicas al urólogo, un precio bajo el que se debe pagar si tenemos en cuenta las consecuencias.