El uso de bajas dosis de estrógenos y de los nuevos moduladores selectivos de estrógenos cambia las estrategias terapéuticas en menopausia

El mecanismo de acción de los nuevos SERMs hace que sean recomendables para mujeres que deben ser tratadas para la prevención de fracturas osteoporóticas y que, además, tienen un alto riesgo de cáncer de mama. El abandono repentino del tratamiento con terapia hormonal por parte de muchas mujeres ha empeorado su salud y bienestar: incremento del nivel de lípidos en usuarias, disminución de la Densidad Mineral Ósea, incremento de síntomas climatéricos vasomotores, urogenitales y depresivos.

En los últimos años, el avance en la investigación sobre el funcionamiento hormonal específico en la mujer está conllevando nuevas estrategias terapéuticas en el manejo de los síntomas climatéricos: uso de estrógenos a bajas dosis y los nuevos Moduladores Selectivos de los Receptores de Estrógenos (SERMs). «Se trata de nuevas sustancias de diseño con un efecto selectivo sobre los receptores de estrógenos. Así, actúan de manera diferente en los receptores estrogénicos en la mama y en el hueso, de forma que sobre algunas células actúan como antiestrógenos y en otras actúan imitando los efectos de los estrógenos», explica el profesor Santiago Palacios, presidente del 12º Congreso Mundial de Menopausia. «Esto hace que tengan un efecto protector frente a la pérdida de masa ósea y que, además, protejan a la mujer frente al cáncer de mama, lo que conlleva su recomendación en mujeres postmenopáusicas para prevenir la osteoporosis y con un alto riesgo de desarrollar cáncer de mama».

En cuanto a la terapia hormonal sustitutiva, la International Menopause Society solicitaba hace unos meses que las autoridades sanitarias revisaran sus recomendaciones sobre el uso de este tratamiento. Según el doctor David Sturdee, del Hospital Solihull de Gran Bretaña y presidente electo de la International Menopause Society, «el perfil de seguridad de la terapia hormonal es favorable en mujeres por debajo de los 60 años y debe utilizarse sólo en aquellas pacientes con síntomas menopáusicos a la menor dosis efectiva y durante el menor tiempo posible. Asimismo, las directrices de la International Menopause Society consideran que también es conveniente considerar la prescripción de la terapia hormonal sustitutiva para la prevención de la osteoporosis en mujeres posmenopáusicas menores de 60 años que tienen un mayor riesgo de desarrollar esta enfermedad».

Respecto a los últimos datos publicados en cuanto al sangrado anormal relacionado con el uso de la terapia hormonal, el doctor Sturdee explica que «aunque ésta es una causa de preocupación para las mujeres y sus médicos, el riesgo de cáncer de útero con la terapia hormonal sustitutiva es mínimo si ésta se utiliza correctamente. Así, los progestágenos protegen el tejido de revestimiento del útero y cuando se administran continuamente puede incluso reducir el riesgo de este cáncer. A este respecto, el profesor Palacios señala «la necesidad de utilizar dosis bajas también cuando los estrógenos se combinan con progestágenos, lo que causa una menor estimulación del útero y un menor sangrado».

Impacto psicológico y fisiológico de la suspensión precipitada de la TH

El trabajo presentado por la profesora Déborah Legorreta, basado en la revisión de más de 100 artículos publicados entre el 2002 y el 2008 en revistas indexadas y el análisis de 35 estudios de todo el mundo, ha puesto de manifiesto el gran impacto de la suspensión total repentina de la utilización de la terapia hormonal por la mujer. Según la profesora Legorreta, «tras seis años desde los primeros datos publicados del Estudio WHI, hemos constatado cómo ha afectado la interrupción del uso de la terapia hormonal después de un año o más de haberla suspendido: incremento del nivel de lípidos en usuarias después de más de un año del abandono de la terapia, disminución de la Densidad Mineral Ósea en el primer año de suspensión, e incremento de síntomas climatéricos vasomotores, urogenitales y de humor que ocasionan empeoramiento en calidad de vida».

Además, la profesor Legorreta añade que «el 15,8 por ciento de 8.405 mujeres elegidas al azar de la propia muestra del WHI manifestó síntomas depresivos después de ocho a 12 meses de la suspensión del estudio y que la relación entre mayores fracturas y riesgo cardiovascular sin mencionar la afectación severa de la calidad de vida y riesgo de padecer otras enfermedades correlacionadas con este trastorno emocional ha sido documentado ampliamente por estudios controlados».

«En cualquier caso», concluye el profesor Palacios, «es fundamental que las decisiones terapéuticas se tomen de forma individualizada, según la historia clínica de cada paciente, y compartida con cada mujer en concreto».