Aunque en los últimos diez años la incidencia de la enfermedad en España se ha reducido a casi la mitad, pasando de 60 a 35 casos por cada 100.000 habitantes. La cifra de afectados sigue siendo demasiado elevada.
España es el segundo país europeo con mayor número de tuberculosos en el 2000, por detrás de Portugal, según datos de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR). En total, más de 14.000 enfermos, lo que supone una tasa de afectados entre cuatro y ocho veces superior a la de cualquier otro país desarrollado.
Dentro del país, Cataluña es la comunidad autónoma con más casos de tuberculosis y se sitúa entre las regiones de Europa con un mayor número de casos registrados.
La llegada a España de inmigrantes procedentes de países de Asia, África, Europa del Este o Latinoamérica, donde la tuberculosis aún es una enfermedad frecuente, no ha supuesto un incremento relevante del número de tuberculosos. Según el doctor Juan Ruiz, presidente de la Sociedad Catalana de Neumología, el fenómeno migratorio «no necesariamente significa importación de enfermedades». Un estudio del Servicio de Neumología del Hospital Germans Trias y Pujol de Badalona demuestra que el impacto de la enfermedad entre la población inmigrante es «poco relevante» pues la inmigración en España es inferior al dos por ciento de la población total.
Binomio SIDA-Tuberculosis
La infección por SIDA es el principal factor de riesgo para el desarrollo de la tuberculosis. De modo que los grupos de riesgo en España se centran principalmente en drogodependientes y en la población reclusa, entre la que la enfermedad es cuatro veces más habitual que en el resto de la población.
Por lo general, la mayoría de los casos de tuberculosis se diagnostican hasta tres meses después de desarrollar la enfermedad. Esto se debe a motivos como ignorar la tos, uno de los síntomas de esta enfermedad, pues el 47 por ciento de la población española es fumadora y considera la tos algo normal.
El incumplimiento del tratamiento es otro de los problemas que se presentan a la hora de erradicar la enfermedad. «Al tratarse de terapias que pueden alargarse hasta seis meses, muchos pacientes se cansan y abandonan el tratamiento» según el doctor Ruiz.
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