El coste del tratamiento hace que aún no se haya extendido lo suficiente en el sistema sanitario público español, a lo que se suma otro obstáculo: existen pocos centros especializados en el tratamiento integral de estos trastornos musculares.
Más de 100.000 españoles sufren espasticidad, una reducción de la movilidad de las articulaciones de brazos o piernas por una lesión cerebral o medular como consecuencia, por ejemplo, de un infarto cerebral, trombosis, embolia, hemorragias cerebrales, encefalitis, traumatismo medular, esclerosis múltiple o parálisis cerebral. Además, este trastorno afecta también a otro grupo de pacientes en aumento: las víctimas de accidentes laborales o de tráfico.
Al reducir la movilidad, esta secuela afecta a la calidad de vida de los afectados y a sus familiares, pues dificulta tareas tan esenciales como alimentarse, asearse, vestirse o sentarse. Por ello, varios especialistas han iniciado una campaña para promover el tratamiento con toxina botulínica como parte de un abordaje integral de la espasticidad. Hasta hoy el principal obstáculo para su amplia aplicación ha sido su coste ya que además es un tratamiento crónico que debe aplicarse cada tres o cuatro meses.
«La toxina botulínica marca un hito terapéutico en el manejo de la espasticidad», señala el doctor Francisco Vivancos, neurólogo del Hospital La Paz de Madrid. Según este especialista, este fármaco «mejora espectacularmente las limitaciones funcionales de estos pacientes», una mejoría que abarca «desde la desaparición del dolor, facilitación de la higiene, reducción en las necesidades de prótesis, hasta mejorías funcionales que permiten una deambulación casi normal».
Toxina botulínica
Si bien la bacteria Clostridium botulinum había causado estragos como origen del botulismo, a partir de la década de los 80 se experimentó con un componente aislado en el tratamiento del estrabismo con prometedores resultados.
Aplicada a la espasticidad, su administración local permite seleccionar con precisión los grupos musculares cuya hiperactividad se desea controlar mediante la aplicación de dosis individualizadas según la intensidad del trastorno. Su efecto es local y reversible, pero suficientemente prolongado para ser administrada repetidamente sin efectos secundarios. Y el resultado de sucesivas administraciones, lejos de disminuir la intensidad de la respuesta, puede presentar efectos sumatorios sobre la espasticidad, según afirmaron el doctor Vivancos y su compañero el doctor Samuel Ignacio Pascual, del mismo hospital madrileño.
Pero ambos neurólogos recuerdan que la toxina botulínica no es la panacea que soluciona el problema de la espasticidad, sino una valiosa arma hasta ahora infrautilizada, que debe formar parte de una terapia integral donde intervengan diferentes especialistas, como neurólogos, rehabilitadores y fisioterapeutas.
Aplicación en distonías
La toxina botulínica también se ha convertido en una arma terapéutica frente a muchos tipos de distonía, aliviando o eliminando la sintomatología invalidante de esta enfermedad haciendo que muchos enfermos puedan llevar una vida prácticamente normal. Esta enfermedad neurológica se manifiesta con contracciones o espasmos involuntarios de los músculos. La distonía resulta difícil de diagnosticar y aparece más en mujeres que en hombres, entre los 35 y 50 años.
En la mayoría de los casos no están claras las causas de la enfermedad, lo que dificulta su diagnóstico y hace que muchos de sus afectados tarden varios años en saber cuál es la razón del desorden de sus movimientos. Estimar su incidencia tampoco es sencillo, porque en muchos casos es una incapacidad leve y el paciente no llega a consultar a un médico. Aunque según el doctor Francisco Vivancos, neurólogo del Hospital La Paz de Madrid, podrían existir en España hasta 40.000 personas afectadas de algún tipo de distonía.
Toxina botulínica y parálisis cerebral infantil
En cuanto a parálisis cerebral infantil, este fármaco también puede mejorar la calidad de vida de los afectados, ya que aproximadamente el 80 por ciento de los pacientes presenta espasticidad en algún área muscular. El uso de toxina botulínica de forma precoz puede mejorar la calidad de vida de los niños afectados al disminuir las contracturas y las deformaciones articulares.
El doctor Samuel Ignacio Pascual lamenta que todavía hay muchos niños afectados que no están recibiendo este tratamiento, cuando es «una terapia básica a considerar en toda parálisis cerebral», aunque es el neurólogo junto con el médico rehabilitador quien debe valorar su administración.
¿Quién debe administrarla?
La administración de toxina botulínica se puede hacer hoy con seguridad y los efectos adversos son mínimos, «cuando está bien empleada por un especialista formado en la indicación concreta» añaden los doctores Vivancos y Pascual. El doctor Josep Valls, neurólogo del Hospital Clínico de Barcelona, también subraya la importancia de la formación del especialista que la administra: «el considerarla una panacea universal para todos los desórdenes que cursan con movimiento puede tener algunos problemas, uno es la dosis inadecuada de toxina produciendo más parálisis de la que uno quisiera, otro problema es que depende de la frecuencia con la que se aplique pueden generarse anticuerpos y en aquella persona en la que podía ir bien la aplicación de la toxina, deja de ir bien». Por ello, el doctor Valls subraya que «la toxina debe aplicarse en centros con un personal preparado que sepa sus ventajas, inconvenientes y aplicaciones principales».
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