12Nov. 13
El compuesto, 1-octeno-3-ol, conocido popularmente como el alcohol de hongos, interrumpe tanto el embalaje de la dopamina como en su transporte, degenerando así las neuronas y provocando síntomas similares al Parkinson.
Científicos de las universidad estadounidenses Rutgers, en Nueva Jersey, y Emory, en Atlanta, han descubierto que un compuesto orgánico, a menudo producido por hongos, causa síntomas de la enfermedad de Parkinson en moscas de la fruta y puede estar relacionado con el Parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas en seres humanos, un hallazgo que publica Proceedings of the National Academy of Sciences.
Arati Inamdar, científico investigador en la Escuela de Ciencias Ambientales y Biológicas de Rutgers, utilizó moscas de la fruta para establecer la conexión entre el compuesto, 1-octeno-3-ol, conocido popularmente como el alcohol de hongos, y la degeneración de dos genes específicos involucrados en el transporte de la dopamina, el producto químico liberado por las células nerviosas para enviar mensajes a otras células nerviosas en el cerebro.
«Se ha relacionado el Parkinson con la exposición a las toxinas del medio ambiente, pero las toxinas eran sustancias químicas artificiales -resaltó Inamdar-. En este trabajo se muestra que los compuestos biológicos tienen el potencial de dañar la dopamina y causar síntomas de Parkinson».
El coautor Joan Bennett estaba como profesor en la Universidad de Tulane en Nueva Orleans, Estados Unidos, cuando el huracán Katrina azotó la costa del Golfo en 2005, dando como resultados moho y hongos en su casa. «Sabía algo acerca del síndrome del edificio enfermo, porque soy un experto en hongos tóxicos, pero yo no creo en eso, porque me parece imposible respirar suficientes esporas de moho para enfermar», explicó.
Sin embargo, la recogida de muestras de moho y hongos en su propia casa, con una máscara, guantes y equipo de protección, le hizo enfermar. «Mientras estaba haciendo el muestreo, me sentí fatal. Tuve dolores de cabeza, mareos, náuseas y una experiencia de cambios», dijo Bennett, ahora profesor de Biología Vegetal y Patología y vicepresidente asociado para la promoción de las mujeres en la ciencia, la ingeniería y las matemáticas en Rutgers.
Cuando llegó a Rutgers, Bennett buscaba alguna manera de entender la relación entre los hongos y los síntomas como los que había experimentado. Necesitaba un modelo genético e Inamdar le convenció para usar moscas de la fruta, de forma que Inamdar, Bennett y sus colegas pasaron aproximadamente un año investigando varios compuestos, tratando de entender exactamente cómo funcionaban. «Todo el mundo sabía que había alguna relación entre la exposición a los hongos y algunos problemas de salud, pero en realidad nadie había analizado el mecanismo antes», afirmó Inamdar.
En 2010, se encontraron con 1-octeno-3-ol, un compuesto orgánico volátil (una colección de vapor de las moléculas que se evaporan de líquidos o sólidos). Cuando se huele algo, agradable o no, se están inhalando compuestos orgánicos volátiles, explica Bennett, quien recuerda que los olores de su casa inundada «eran simplemente terribles».
«Este compuesto era muy, muy tóxico, más tóxico que los productos químicos industriales como el benceno», aseguró Inamdar. Aplicando 1-octen-3-ol en las moscas de la fruta, los científicos descubrieron que atacó dos genes que tienen que ver con la dopamina: uno la transporta y el otro la empaqueta. El alcohol de la seta interrumpe tanto el embalaje de la dopamina como en su transporte, degenerando así las neuronas y provocando síntomas similares al Parkinson.
«Se han realizado estudios epidemiológicos recientes que indican que las personas expuestas a los edificios mohosos o dañados por el agua han desarrollado problemas neuropsicológicos y trastornos del movimiento», subrayó Inamdar.
«También ha habido estudios que indican que la enfermedad de Parkinson es cada vez mayor en las zonas rurales, donde se suele atribuir a la exposición a pesticidas. Pero los entornos rurales también tienen una gran cantidad de exposición a los mohos y otros hongos, y nuestro trabajo sugiere que 1-octeno-3-ol también podría estar relacionado con la enfermedad, en particular para las personas con una susceptibilidad genética a la misma. Hemos dado a los epidemiólogos algunos nuevos caminos a explorar».
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