En los últimos 30 años las tendencias alimentarias de los españoles se han ido alejando de la tradicional dieta mediterránea. Una de las principales consecuencias de esto es que ha aumentado el índice de hipercolesterolemia, causa principal de la arteriosclerosis. Esta enfermedad origina, a su vez, angina de pecho, infarto de miocardio y muerte súbita.
Los expertos aseguran que el parámetro más importante para la prevención de la enfermedad coronaria sigue siendo el control del colesterol LDL (colesterol malo). En la actualidad las enfermedades cardiovasculares arrojan la tasa más alta de morbimortalidad y todo indica que en las primeras décadas del siglo XXI la situación va a seguir siendo la misma.
En la sangre existen, básicamente, dos tipos de lípidos o sustancias grasas: el colesterol y los triglicéridos. El colesterol es transportado en la sangre por unas lipoproteínas de baja densidad (LDL o colesterol malo) y las de alta densidad (HDL o colesterol bueno). Los triglicéridos se encargan de proporcionar aporte energético a los tejidos. Estos lípidos son transportados en la sangre a través de las proteínas de densidad muy baja o lipoproteínas VLDL. Tanto el colesterol como los triglicéridos son elaborados bien por el hígado o bien incorporados al organismo a través de la dieta.
La arteriosclerosis aparece cuando, durante periodos largos de tiempo, los niveles de colesterol malo se mantienen muy elevados. El proceso comienza con la formación de placas de ateroma que se van depositando en el interior de las arterias y van obstruyendo el vaso. Este proceso no presenta ninguna sintomatología, lo que dificulta su diagnóstico precoz, sin embargo es uno de los principales riesgos de accidente vascular (cardiovascular, cerebrovascular y periférico) y el más importante en cuanto a enfermedad coronaria.
Las enfermedades cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte de los países occidentales. Sólo el infarto de miocardio es responsable del 20 por ciento del total de los fallecimientos.
Control del colesterol malo
«El colesterol es un componente esencial de las membranas celulares y es precursor de la síntesis de hormonas esteroideas y de las sales biliares. Pero ahora estamos descubriendo nuevas funciones de este lípido, como su participación en el control del desarrollo embrionario y de la proliferación celular», afirma el doctor Miguel Angel Lasunción, jefe del Servicio de Bioquímica-Investigación del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. Este lípido interviene en la secreción de la bilis, el aprovechamiento de la vitamina D y en la producción de ciertas hormonas como el cortisol y las hormonas sexuales.
Cuando se produce una hipercolesterolemia, los depósitos de colesterol LDL pueden ir formando en el interior de las arterias la placa de ateroma, lo que contribuye a su obstrucción, endurecimiento y engrosamiento. Si además de sufrir hipercolesterolemia se dan otros factores de riesgo cardiovascular (hipertensión, tabaquismo, obesidad, diabetes o sedentarismo), las posibilidades de que ese paciente llegue a desarrollar un accidente vascular no se suman, sino que se multiplican.
Las causas de esta hipercolesterolemia pueden ser de origen genético o familiar ya que la enfermedad puede transmitirse de generación en generación, o de causas dietéticas. Los cambios en los hábitos alimenticios han originado un mayor consumo de grasas animales y vegetales saturadas. La hipercolesterolemia dietética afecta al 12 por ciento de la población.
Promoción de la dieta mediterránea
El consumo de grasas totales ha pasado 30 del por ciento en 1960 al 43 por ciento en 1998, en detrimento del consumo de carbohidratos que han pasado, en el mismo periodo, del 58 al 43 por ciento. Ante esta realidad los expertos en nutrición abogan por volver a la tradicional dieta mediterránea.
Diferentes estudios epidemiológicos han demostrado que este tipo de dieta se asocia con bajas tasas de enfermedades cardiovasculares y de algunos cánceres. Los principios inmediatos de la dieta mediterránea tienen un 50-55 por ciento de hidratos de carbono, entre el 12 y el 15 por ciento de proteínas y el 30-35 por ciento de grasas totales. La mayor parte de las grasas que se consumen en este tipo de dieta son en forma de ácidos grasos monoinsaturados, «que son los más saludables» según el doctor Miguel Angel Rubio, jefe de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
Según el doctor Rubio, durante los últimos años se ha registrado un descenso en el consumo de pan, arroz, azúcares, legumbres, patatas, vino, huevos, aceites y pasta y se ha apreciado un aumento en la ingesta de verduras, pescado, frutas, lácteos, carnes en general y derivados cárnicos. «Estos cambios se han traducido en una modificación de los porcentajes de macronutrientes. El consumo de grasas totales ha aumentado en detrimento del consumo de carbohidratos. También ha aumentado el consumo de grasa saturada de un ocho a un 13 por ciento, y la cantidad diaria de colesterol en la dieta ha pasado de 200 a 450 miligramos», apunta Miguel Angel Rubio.
Sin embargo en los últimos cinco años se está observando, según este experto, una tímida pero positiva recuperación de los hábitos alimentarios de los españoles. Se ha incrementado la ingesta de cereales y hortalizas y ha disminuído el consumo de carnes y bollería industrial.
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