10Jun. 11
Investigadores del Hospital Gregorio Marañón trabajan en la creación de un hígado bioartificial por el método de rellenar la estructura de un órgano, una vez vaciada, con células madre que regenerarían los tejidos, el mismo procedimiento con el que este centro trabaja también en la formación un corazón. Así lo ha anunciado el profesor Francisco Fernández-Avilés, responsable del Laboratorio de Órganos Bioartificiales de este hospital.
En el marco del VIII Symposium on Stem Cell Therapy and Cardiovascular Innovations , que se celebra hasta mañana en Madrid, Fernández-Avilés ha dicho que este grupo está ya desarrollando sus investigaciones en animales y que «próximamente» comenzará a experimentar con órganos humanos, una tarea, recuerda, que se realiza «en colaboración con la Organización Nacional de Trasplantes (ONT)».
«Los trabajos de este grupo son los segundos más avanzados de los que se desarrollan en este centro en relación con la creación de órganos bioartificiales», sólo por detrás de las investigaciones que se desarrollan para crear un corazón bioartificial, ha señalado este experto, jefe de Servicio de Cardiología del Gregorio Marañón.
Según Fernández-Aviles, los investigadores que trabajan en la creación de un corazón bioartificial, dentro del proyecto Estructuras y Órganos Bioartificiales para Trasplante (SABIO, por sus siglas en inglés), están comprobando si la matriz del órgano humano es biocompatible y si es capaz de conservar las proteínas necesarias para inducir a la proliferación celular una ver relleno de células madre.
Para este experto, esta línea de investigación es «esperanzadora» para los pacientes crónicos en fase terminal, que presentan en mal estado tanto sus células como su estructura celular. Para ellos, recuerda, la única opción es sustituir el órgano deteriorado con un trasplante. Sin embargo, en el caso del corazón, «menos del 5% de los pacientes consigue un trasplante por la escasez de donantes».
Estudio europeo con 3.000 pacientes agudos
A su juicio, también son «esperanzadoras», sobre todo para los pacientes crónicos, las investigaciones que se desarrollan con células madre derivadas de la grasa y de la médula ósea enriquecidas con factores de crecimiento.
Según este experto, la investigación de las iPS -células adultas reprogramadas como células madre embrionarias- ha demostrado que este tipo de células, provenientes del propio paciente, sí pueden generar rechazo, contra lo que en principio se pensó. Por ello, dice, los científicos andan ahora «algo despistados» en este ámbito.
Sobre la investigación de la utilidad de las células madre en pacientes agudos, los que más se pueden beneficiar de estas terapias, Fernández-Avilés ha dicho que «antes de final de año» arrancará un estudio con más de 3.000 pacientes en el que participarán 31 centros de 21 países de Europa y que comparará la terapia celular con la estándar para averiguar si la terapia celular, además de mejorar la función cardíaca como se ha demostrado ya, mejora la supervivencia.
Prevenir con células madre los daños del infarto
Por otra parte, sobre la investigación con terapia celular desarrollada por el University College London (Reino Unido) y publicada en «Nature», este investigador dice que se trata de un trabajo «enormemente original e interesante».
Además, tiene «una enorme trascendencia» porque viene a confirmar, con una nueva metodología pero con los mismos resultados de estudios anteriores, que en el corazón hay células madre, algo que hace menos de 10 años se desconocía, y el motivo por el que órganos como el corazón o el cerebro no cuentan con la capacidad de regeneración de otros órganos, como el intestino o la piel. Asimismo, ha descubierto cómo hacer que estos órganos adquieran esta capacidad de regeneración.
Estos descubrimientos, dicen, «abren la puerta» a que, en un futuro, se identifique a los individuos con riesgo de sufrir un infarto y se les pueda administrar la proteína que activa la capacidad de regeneración del corazón –timosina b4– para que, en el caso de que sufran un infarto, sus corazones tengan la capacidad de autorepararse. No obstante, advierte, habrá que esperar al menos 10 ó 15 años antes de poder aplicar estos avances a los pacientes.
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