18Feb. 04
La AHA norteamericana ha advertido sobre los peligros de los desórdenes asociados a la enfermedad cardiovascular más allá del infarto y el ictus, por ejemplo la insuficiencia cardíaca congestiva, la enfermedad arterial periférica, la enfermedad renal terminal y el tromboembolismo venoso. Según los expertos de la AHA, la prevención es la mejor arma para que el paciente no llegue a un punto sin retorno en que sus males de origen cardiovascular se cronifiquen.
La American Heart Association (AHA) ha llamado la atención sobre la enfermedad arterial periférica, que en Estados Unidos afecta a entre ocho y doce millones de personas, así como de otros desórdenes relacionados con la enfermedad cardiovascular cuyas graves consecuencias van más allá del corazón. «La mayoría de personas no están alerta de los desórdenes del abanico cardiovascular más allá del infarto y el ictus», lamenta el doctor Augustus Grant, presidente de AHA y profesor del Duke University Medical Center.
Algunos de estos desórdenes incluyen la insuficiencia cardíaca congestiva, la enfermedad arterial periférica, la enfermedad renal terminal y el tromboembolismo venoso. La enfermedad cardiovascular, resalta el doctor Grant, «crea un efecto dominó de problemas de salud que, potencialmente, pueden afectar cualquier órgano del cuerpo».
Esta concatenación de problemas puede provocar además que «las opciones de tratamiento estén más limitadas», por lo que «la prevención es la mejor arma», concluye el presidente de la AHA para evitar que el paciente de mediana edad se encuentre en «un camino sin retorno de enfermedades crónicas» de origen cardiovascular.
Consecuencias más allá del corazón
Según datos del National Heart, Lung and Blood Institute norteamericano, a los 40 años el riesgo de desarrollar una insuficiencia cardíaca congestiva a lo largo de la vida tanto en hombres como en mujeres es de uno de cinco. Además, el 80 por ciento de los hombres y el 70 por ciento de las mujeres de menos de 65 años que sufren este desorden, fallece en un periodo inferior a ocho años, alerta la American Heart Association.
En la insuficiencia cardíaca congestiva, el corazón no puede bombear suficiente sangre al resto de órganos del cuerpo por lo que éstos no pueden funcionar como deberían, por ejemplo el riñón. Algunos de los síntomas que deben alertar a quienes lo sufren son «disnea y cansancio», se explica desde el AHA.
Por otro lado, la enfermedad arterial periférica afecta en Estados Unidos a entre un doce y un veinte por ciento de la población de más de 65 años y, sin embargo, sólo uno de cada cuatro afectados en este país está recibiendo tratamiento actualmente, según la AHA, a pesar de su prevalencia y los riesgos que implica.
La enfermedad arterial periférica es similar a la enfermedad arterial coronaria y la enfermedad de las arterias carótidas. En ella, se crean depósitos de grasa en las paredes arteriales, principalmente en brazos y piernas, que afectan a la circulación de la sangre. En estados iniciales, algunos síntomas comunes son un hormigueo o una fatiga frecuente en las piernas y en las nalgas. Sus afectados tienen un mayor riesgo de sufrir un ictus y un infarto por el riesgo de coágulos de sangre.
La enfermedad renal terminal (ERT) es generalmente un estado irreversible en el que paciente necesita diálisis o un transplante de riñón para sobrevivir. Es más prevalente entre los 65 y los 69 años y según la AHA, «su incidencia se ha doblado en los últimos diez años», en EE.UU. La diabetes es la primera causa de ERT, pero también está relacionada con la hipertensión. Un escenario que ilustra la estrecha relación que existe entre las enfermedades cardiovasculares y el riñón. La enfermedad renal puede aparecer, indistintamente, como causa o como consecuencia de la enfermedad cardiovascular.
Por último, cada año aparecen 200.000 nuevos casos en EE.UU de tromboembolismo venoso, según la American Heart Association, de los que tres de cada diez afectados fallece en sólo tres días. Uno de cada tres casos son de embolismo pulmonar, un subtipo que causa la muerte a uno de cada cinco afectados de forma súbita y al doce por ciento de los afectados en el primer mes tras el diagnóstico. Por otro lado, dos tercios de los afectados tienen trombosis venosa profunda con un coágulo obstaculizando la circulación en las piernas.
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