Las temidas cataratas han vivido un espectacular salto cualitativo en los últimos veinte años que hace que hoy sea una de las cirugías más perfeccionadas y eficaces, sin requerir casi nunca anestesia general ni hospitalización y sin efectos secundarios.
El doctor Enrique Mínguez Muro, especialista en Oftalmología del Hospital Clínico de Zaragoza Lozano Blesa , lo expresa así de claro: «pocas técnicas operatorias de cualquier especialidad quirúrgica, han alcanzado un nivel tal de perfeccionamiento como el conseguido actualmente en la cirugía de catarata».
Como catarata se conoce cualquier alteración en la transparencia del cristalino, una lente situada detrás del iris que es parte fundamental de nuestro sistema óptico. Hoy por hoy, el 99% de las personas mayores de 70 años padecen algún grado de opacidad cristalina, y ningún fármaco se ha demostrado totalmente eficaz para retardar, evitar o curar este proceso, por lo que la única opción pasa por el quirófano.
Una cirugía más cómoda
Si bien antes se aconsejaba tener la catarata muy «hecha» antes de operar, lo que obligaba al paciente a estar casi ciego antes de tratar su problema, hoy ya puede operarse incluso en sus estadios iniciales. Y no es preciso estar hospitalizado ni que se administre anestesia general, pues puede realizarse con anestesia local, marchando el paciente a casa el mismo día de la intervención.
También han desaparecido los molestos efectos secundarios que en los años ochenta aún obligaban en muchos casos a llevar, después de la operación, gruesas gafas, ya que el ojo se tornaba hipermétrope.
Dos originales innovaciones
Dos descubrimientos revolucionaron esta técnica en la última mitad de siglo. Y en ellos intervino, como en tantos casos, el azar. Primero, durante la Segunda Guerra Mundial, algunos aviadores ingleses accidentados mantuvieron ínfimos trozos de cristales de su avión en el globo ocular, con una buena tolerancia por parte del ojo. Y esto animó en 1949 a Harold Ridley a implantar la primera lente intraocular para sustituir un cristalino cataratoso. El material de estas lentes se ha mejorado sustancialmente y hoy son fabricadas con materiales viscoelásticos más cómodos.
Pero la gran revolución llegó con el proceso de la facoemulsificación aplicado por primera vez por Charles Kelman en 1967. Kelman manipuló un emisor de ultrasonidos que hasta entonces se utilizaba en odontología, para emulsificar el cristalino afectado por cataratas y extraerlo por una mínima incisión de 3 mm. Un procedimiento perfeccionado con la llegada de las flexibles lentes de nueva generación.
«Todos estos cambios, junto con un mejor conocimiento de la fisiología ocular, nos han permitido desterrar muchos tópicos», concluye el doctor Mínguez Muro. Así, hoy ya no hay que esperar hasta estar casi ciego para operarse de cataratas, la anestesia general se ha desterrado prácticamente y han desaparecido los largos periodos de convalecencia. Pero, ¿se ha tocado techo en esta cirugía? El doctor Mínguez afirma que «entre muchos de los que nos dedicamos a esta parcela de la Oftalmología, existe la sensación de que sí» .
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