La depresión, un problema femenino

01Abr. 02

La depresión constituye en la actualidad uno de los problemas de Salud Pública de mayor envergadura. En España afecta a unos dos millones de personas y en todo el mundo son más de 350 millones las personas que padecen depresión.

Los orígenes de la depresión no están del todo claros y no se pueden atribuir a una única base biológica. Generalmente la enfermedad se desarrolla por la interacción de múltiples factores como la estructura de la personalidad, factores hereditarios o la vivencia de sucesos estresantes que predispongan o desencadenen la depresión. En el caso de la mujer condicionantes como las hormonas también podrían influir en el desarrollo de los trastornos depresivos.

El síntoma clave de la depresión es la tristeza. Una tristeza persistente que conlleva apatía, falta de energía, aislamiento, incomunicación, alteraciones del sueño y de los ritmos vitales, o disminución de la líbido. El diagnóstico precoz es la clave para la curación de esta enfermedad.

La depresión y la mujer

La depresión en la mujer es tres veces más frecuente que en el hombre, si bien las causas no están del todo claras. Según Dolores Crespo, especialista del Servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, es posible que en los orígenes de la depresión femenina «influyan factores genéticos y hormonales». Igualmente, «también se habla sobre todo de factores socioculturales, por el papel que clásicamente la mujer ha asumido en la historia y más específicamente a partir de los años sesenta». Algunos expertos añaden, además, que la depresión se incrementa cuando la mujer asume un triple papel: es ama de casa, cuida a sus hijos y trabaja fuera del hogar.

Esta enfermedad suele presentarse de forma distinta en la mujer y en el hombre. El varón es más propenso a consumir sustancias tóxicas y a sufrir trastornos de personalidad cuando sufre depresión. Al mismo tiempo, hay situaciones solapadas de malos tratos y de alcoholismo que están encubriendo un cuadro depresivo. La mujer, por su parte, sobrelleva a menudo la enfermedad en silencio, pues tradicional y culturalmente poseía un papel más sufrido que el del varón.

Depresión y alteraciones en la calidad de vida

La doctora Mirna Weissman, profesora de Epidemiología Psiquiátrica de la Universidad de Columbia en Nueva York y una de las primeras autoridades mundiales en el estudio de la depresión femenina, sostiene que en la actualidad sólo se diagnostica en torno al 20 por ciento de las mujeres afectadas por depresión. El 80 por ciento restante puede pasar toda su vida con tristeza, sentimientos de culpabilidad, alteraciones de sueño y apetito, pérdida de energía y falta de atención y concentración.

El diagnóstico a tiempo de la depresión es importante para evitar al paciente elevados costes sociales, pues la persona depresiva no rinde en su trabajo como debiera, no mantiene las debidas relaciones familiares y sociales y, en general, su enfermedad provoca malestar y sufrimiento no sólo al propio paciente, sino también a todo su entorno. Igualmente, está demostrado que la depresión influye negativamente en el sistema inmunológico. Según la doctora Crespo, «el deprimido no tratado tiene más riesgo relativo de sufrir cualquier tipo de enfermedad, incluso las infecciosas y cancerosas». El riesgo de suicidio también acecha a un 15-20 por ciento de los enfermos depresivos, porcentaje que se acentúa cuanto mayor sea la depresión o más crónicamente instaurada esté.

El manejo de la depresión requiere un abordaje multifactorial. Por un lado se debe establecer un tratamiento farmacológico. Para la doctora Crespo «los inhibidores de la recaptación de la serotonina están especialmente indicados para la mujer» debido a sus mínimos efectos secundarios y a una mayor duración de su eficacia. La persona depresiva también debe aprender unas pautas de estilo de vida saludables (comidas, horarios, relaciones personales). Por último, y en caso de ser necesario, se debería contemplar en el tratamiento de la depresión sesiones con la ayuda de un profesional.

Toda persona sufre alguna vez en su vida una depresión más o menos severa y su detección y tratamiento es necesario. Un trastorno depresivo no diagnosticado corre el riesgo de convertirse en crónico y puede acompañar a la persona afectada a lo largo de toda su vida.