20Jun. 11
La depresión no es sólo una patología de la vida adulta. Así pues, mientras que la prevalencia es del 8,56 por ciento, en la población adolescente sabemos que su incidencia es del cinco por ciento mientras que la población anciana ésta llega al 10 por ciento, convirtiéndose en el trastorno psiquiátrico más frecuente en esta etapa. A su vez, además de ser una enfermedad presente en todas las edades es también una patología infradiagnosticada en todas las etapas de la vida.
En este sentido, entre las causas del infradiagnóstico, la coordinadora del área de Salud Mental del Hospital de Manacor de Mallorca, Rosa Molina, pone de manifiesto que la «falta de adecuación de los criterios actuales para identificar manifestaciones depresivas en el anciano». Una realidad que, según la experta, se traduce en que el «25 por ciento de los ancianos presentan síntomas psiquiátricos que pasan inadvertidos». Y es que, «muchos de los ancianos tardan en expresar esta situación o, incluso, llegan a pensar que es una circunstancia normal asociada a la edad», añadió Molina en el marco del IX Seminario Lundbeck Sumidos en la tristeza a cualquier edad , celebrado recientemente en Ibiza.
Por su parte, en el niño y el adolescente el jefe de Psiquiatría Infanto- Juvenil del Hospital General Universitario Gregorio Marañón, Celso Arango, indica que esta dificultad diagnóstica se debe a que los síntomas «no se manifiestan de forma clara y, muchas veces, se superponen o se enmascaran con situaciones como al niño le duele la cabeza o no quiere ir al colegio».
Respecto a las diferencias de género, la coordinadora de Calidad y Seguridad Clínica del Instituto Clínico de Neurociencias del Hospital Clínico de Barcelona, Rosa Catalán, recuerda que la depresión es una enfermedad más prevalente en la mujer, con «una relación 2 a 1 en todas las etapas de la vida, desde la pubertad hasta la ancianidad».
Esta circunstancia se debe, por un lado, a una «combinación de factores neuroendocrinos y biológicos, en concreto, el incremento en la reactividad al estrés y la fluctuación de hormonas sexuales en las mujeres». Asimismo, otra posible explicación es la «inadecuación» en la identificación de posible sintomatología en el hombre que, hasta la fecha, no ha sido incluida en la escala médica. A este respecto, Catalán indica que «el abuso de alcohol y la manifestación de ira, agresividad, irritabilidad y hostilidad deberían ser tenidos en cuenta en el diagnóstico de la depresión masculina y que, si así fuese, podría darse el caso de que la depresión no fuese tan desigual en términos de género».
La ancianidad, una escalera de pérdidas
El envejecimiento es como «bajar una escalera en la que vamos perdiendo cosas», ejemplifica Molina, quien detalla que es «muy difícil acostumbrarse a los cambios notables del aspecto físico, a la pérdida de salud y capacidad físicas y mentales, o a la pérdida de seres queridos o del rol social asociado al trabajo».
Asimismo, a ello se suman factores de riesgo como la pérdida del cónyuge, la soledad, que es el «peor enemigo de la depresión y que puede conducir a un círculo vicioso de dejación, y el ingreso en instituciones geriátricas que, en muchos casos, es percibido como un fracaso social, entendido en los términos de me llevan al asilo».
El progresivo envejecimiento de la población podría agudizar la incidencia de la depresión en esta etapa, que se estima en un incremento del 30 por ciento para el año 2050. Por eso, la experta advierte de que es «fundamental invertir en la detección, diagnóstico precoz y tratamiento de esta patología y despojarla de asociaciones erróneas del tipo es normal que el abuelo esté triste».
En la misma línea, Arango afirma que «en la infancia y en la adolescencia es clave invertir en mejorar el diagnóstico, la asistencia y tratamiento de estas patologías», ya que, como recuerda, «el suicidio es la segunda causa de muerte en la adolescencia, por detrás de los accidentes de tráfico». Además, si no es tratada a tiempo puede tener consecuencias graves en la edad adulta. «El pronóstico depende de la prevención temprana», destaca el psiquiatra infanto- juvenil, que asegura que «en niños los años de vida perdidos son irrecuperables».
Por debajo de la media europea
«El diagnóstico precoz ayudaría a la prevención y ahorraría millones de euros al sistema sanitario», resalta Arango. Una realidad que puede extrapolarse a todas las circunstancias y etapas de la depresión, ya que España dedica alrededor «del cinco por ciento a la asistencia y a la investigación de las patologías mentales, por debajo de la media de la Unión Europea, que se sitúa en el 13 por ciento».
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