La salud del hombre

09Jul. 04

Las diferencias entre hombres y mujeres también alcanzan al ámbito de la salud.

La próstata es esa glándula que sólo los hombres tienen y que está destinada a segregar ciertos componentes del esperma importantes para la vitalidad de los espermatozoides. La enfermedad más grave relacionada con dicha glándula es el cáncer de próstata. Un millón y medio de españoles de entre 50 y 75 años están en riesgo de padecerlo, y en este sentido son un factor determinante los antecedentes familiares. Sin embargo, la enfermedad más habitual relacionada con la próstata es la hiperplasia benigna, un tumor benigno que ocurre cuando la próstata crece y comprime la uretra.

Lo recomendable es consultar con el urólogo ante cualquier cambio en la forma de orinar, y si se tienen más de 50 años, solicitar las pruebas que permitan la detección precoz del cáncer de próstata, como el tacto rectal y la prueba del antígeno prostático (PSA).

Pulmones y corazón

Otra de las dolencias tradicionalmente asociada a los hombres ha sido el cáncer de pulmón, que es el tumor más frecuente entre los varones y el de peor pronóstico. Aunque las cosas están cambiando, y se espera que en los próximos años éste también afecte en gran medida a las mujeres, por la alta adhesión de ellas al tabaco en las últimas décadas.

De hecho, acabar con el hábito de fumar podría erradicar este tipo de cáncer, ya que un 90 por ciento de los casos se deben al tabaco. De momento, eliminarlo por otras vías resulta difícil puesto que la falta de técnicas eficaces y sus síntomas difíciles de apreciar interfieren negativamente en su detección precoz y posible curación.

También el tabaquismo es uno de los efectos de riesgo de las enfermedades cardiovasculares que, en la población menor de 65 años, afectan más a hombres que a mujeres (siendo lo contrario a partir de esa edad). Para prevenirlas hay que vigilar el colesterol, la hipertensión, la obesidad, el sedentarismo y la diabetes, si se padece.

Por último cabe nombrar la disfunción eréctil. Un error frecuente es el de creer que la edad y la disfunción eréctil, hasta hace poco conocida popularmente como impotencia, van irremisiblemente unidas. Precisamente las convicciones equivocadas en torno a esta patología masculina han interferido durante décadas en la corrección de un trastorno que en muchos casos puede ser pasajero.