29May. 02
Los expertos reclaman una mayor atención y control de los factores de riesgo cardiovascular, puesto que tras el aumento de la eficacia del tratamiento antirretroviral las enfermedades causadas por la arteriosclerosis han suplantado a la infección como primera casua de muerte en los pacientes con SIDA.
Los especialistas apuntan que el avance en las terapias antirretrovirales ha permitido a los pacientes con VIH aumentar su esperanza de vida. No obstante, la Sociedad Española de Arteriosclerosis (SEA) alerta que, si bien se ha alcanzado una mejora en la eficacia de estas terapias, ahora los médicos han de derivar sus esfuerzos en solucionar el gran riesgo cardiovascular que se asocia a estos pacientes. «Si hasta ahora la mortalidad en este sector poblacional se debía fundamentalmente a las enfermedades infecciosas», explica el doctor Juan Carlos Pedro-Botet, vicepresidente de la SEA, «ahora la mortalidad se debe fundamentalmente a causas cardiovasculares, que se manifiestan en gran medida como consecuencia de los efectos secundarios a medio y largo plazo de los tratamientos que se les administran».
Los datos científicos de que se dispone hasta el momento señalan que los pacientes con VIH están expuestos a numerosos factores de riesgo cardiovascular. Con el objetivo prioritario de controlar este riesgo, la SEA ha elaborado una guía para distribuirla entre los profesionales médicos implicados. En ella se marcan unos protocolos de actuación para el tratamiento de las dislipemias que presentan estos pacientes y sobre todo para potenciar el control del riesgo cardiovascular global.
Los protocolos de actuación marcados por la SEA quedan bien definidos. La elección de primera instancia, según ha destacado el doctor Luis Masana, presidente de la SEA, son las medidas higiénico dietéticas y la intervención en los hábitos de vida, puesto que se trata de pacientes que ya soportan un alto grado de medicación.
Lo primero que el médico debe llevar a cabo, asegura la SEA, es la identificación de los factores de riesgo caridovascular a los que se ve influenciado cada paciente (sexo, edad, tabaquismo, hipertensión arterial, alteraciones lipídicas-colesterol elevado…), y medir el riesgo cardiovascular global que tiene en concreto. En caso de que éste fuera igual o superior a 20 o tener dos o más factores de riesgo asociados a su enfermedad, el objetivo terapéutico está claro: que el LDL se sitúe siempre por debajo de los 130 miligramos por decilitro. En este caso, sólo si la primera opción higiénico dietética no ha funcionado a los tres meses, se recurrirá a un tratamiento farmacológico.
La segunda posibilidad estudiada recoge el caso en el que la alteración predominante del paciente se deba a un aumento desmesurado de los triglicéridos, con el consiguiente riesgo de pancreatitis. Para evitarla, argumentan los doctores Masana y Pedro-Botet, los triglicéridos deben estar por debajo de 1.000 miligramos por decilitros. Aquí el paso a seguir también consiste en establecer una dieta muy pobre en grasas, de no conseguir disminuir ese índice y el LDL fuera superior a 130 miligramos por decilitro se valoraría como opción administrar algún tipo de medicamento.
Desde la SEA se señala que, si bien se ha conseguido aumentar la esperanza de vida a las personas afectadas por el VIH y a las que han desarrollado el SIDA, ahora se debe valorar mucho más el mejorarles también la calidad de vida.
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