Las enfermedades cardiovasculares no sólo dañan el corazón

25Feb. 04

La Asociación Americana del Corazón ha advertido sobre los peligros de la enfermedad cardiovascular más allá del infarto y el ictus cerebral. La insuficiencia cardiaca congestiva, la enfermedad arterial periférica, la enfermedad renal terminal y el tromboembolismo venoso son otros fatales desenlaces. Según los expertos de la AHA, la prevención es la mejor arma para que el paciente no entre en un punto sin retorno.

La Asociación Americana del Corazón, AHA en sus siglas en inglés, ha llamado la atención sobre la enfermedad arterial periférica, que en Estados Unidos afecta a entre ocho y doce millones de personas, así como otros desórdenes relacionados con la enfermedad cardiovascular cuyas graves consecuencias van más allá del corazón. «La mayoría de personas no están alerta de los desórdenes del abanico cardiovascular más allá del infarto y el ictus», lamenta el doctor Augustus Grant, presidente de AHA.

Algunos de estos desórdenes son la insuficiencia cardiaca congestiva, la enfermedad arterial periférica, la enfermedad renal terminal y el tromboembolismo venoso. La enfermedad cardiovascular, resalta el doctor Grant, «crea un efecto dominó de problemas de salud que, potencialmente, pueden afectar cualquier órgano del cuerpo».

Esta concatenación de problemas puede provocar además que «las opciones de tratamiento estén más limitadas», por lo que «la prevención es la mejor arma», concluye el presidente de la AHA para evitar que el paciente de mediana edad se encuentre en «un camino sin retorno de enfermedades crónicas» de origen cardiovascular.

Consecuencias más allá del corazón

En la insuficiencia cardiaca congestiva, el corazón no puede bombear suficiente sangre al resto de órganos del cuerpo por lo que éstos no pueden funcionar como deberían, por ejemplo el riñón. Algunos de los síntomas que deben alertar a quienes lo sufren son «falta de respiración y cansancio», se explica desde el AHA.

Por otro lado, en la enfermedad arterial periférica se crean depósitos de grasa en las paredes arteriales, principalmente en brazos y piernas, que afectan a la circulación de la sangre. En estados iniciales, algunos síntomas comunes son un hormigueo o una fatiga frecuente en las piernas y en las nalgas. Sus afectados tienen un mayor riesgo de sufrir un ictus y un infarto por el riesgo de coágulos de sangre.

La enfermedad renal terminal es generalmente un estado irreversible en el que el paciente necesita diálisis o un transplante de riñón para sobrevivir. Es más prevalente entre los 65 y los 69 años y según la AHA, «su incidencia se ha doblado en los últimos diez años», en EE.UU. La diabetes es su primera causa, pero también está relacionada con la hipertensión. Un escenario que ilustra la estrecha relación que existe entre las enfermedades cardiovasculares y el riñón.

Por último, cada año aparecen 200.000 nuevos casos en EE.UU. de tromboembolismo venoso, según la AHA. Uno de cada tres casos son de embolismo pulmonar, un subtipo que causa la muerte a uno de cada cinco afectados de forma súbita y al doce por ciento de los afectados en el primer mes tras el diagnóstico. Por otro lado, dos tercios de los afectados tienen trombosis venosa profunda con un coágulo obstaculizando la circulación en las piernas.

Llevar una dieta mediterránea baja en grasas, disminuir el consumo de sal, no fumar, hacer ejercicio con regularidad y evitar el sedentarismo, controlar los niveles de tensión arterial y de colesterol, no fumar y evitar el estrés en la medida de lo posible son los sencillos consejos para evitar las enfermedades cardiovasculares. Patologías que, sin embargo, siguen siendo la principal causa de fallecimiento en muchos países, como España.