Los accidentes constituyen en España la causa más frecuente de muerte en niños mayores de un año

En España, los traumatismos son la causa de muerte más frecuente en los niños, lo que quiere decir que provocan más muertes que el cáncer, los defectos congénitos, la neumonía, la meningitis y las enfermedades cardíacas juntas. Incluso entre los bebés menores de un año de edad, cada año se producen casi 1.000 muertes debido a caídas, quemaduras, ahogos y sofocación.

Las lesiones son frecuentemente producidas por la curiosidad de los niños y en general se pueden evitar. Son más frecuentes cuando un pequeño tiene hambre o está cansado (antes de las comidas o de la siesta), si es muy activo, está bajo el cuidado de una persona diferente a la habitual o vive en un nuevo entorno, como una casa nueva o una residencia de verano. Es más probable que se produzca un accidente cuando los padres se encuentran ocupados o no son conscientes de los nuevos riesgos que el niño va adquiriendo a medida que crece.

Es por ello que los pediatras españoles de atención primaria apuestan por estrategias de prevención basadas en la educación a los padres y promoción de la salud para disminuir estos problemas durante el periodo estival.

En este sentido, el Dr. Juan Ruiz Canela, presidente de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria, asegura que «durante el período estival se incrementa el riesgo de accidentes sobre todo porque se hace mucha vida en el exterior».

Protección solar

Especialmente los bebés y los niños más pequeños (menores de 3 años) son los más sensibles a los efectos nocivos de las radiaciones solares.

Para prevenir este efecto dañino del sol sobre los más pequeños deben establecerse conductas y medidas de fotoprotección que prevengan la exposición excesiva a las radiaciones solares. Estas precauciones han de ser puestas en práctica, no sólo en playas, piscinas y estaciones de montaña, sino también siempre que se practiquen deportes al aire libre o se acuda a espectáculos u otras actividades que se llevan a cabo en espacios abiertos. Conviene ser previsor y pecar por exceso y no por defecto.

Ahogamientos

Uno de los aspectos sobre los que más énfasis hacen los pediatras es en el relativo a los ahogamientos. Las cifras no engañan e indican que cada verano entre 70 y 100 niños fallecen ahogados en nuestras playas y piscinas, cifras que podrían reducirse con una mayor atención y vigilancia por parte de los adultos.

En este sentido los pediatras indican que en el caso de las piscinas de plástico, siempre hay que vaciarlas después del baño, si se deja llena y sin vigilancia algún niño se puede ahogar. Nunca hay que dejar que los niños se bañen en una piscina sin supervisión ni aunque tengan manguitos o flotador. El uso de estos utensilios puede producir una sensación de falsa seguridad, pues se pueden desinflar, romper o salírsele al niño. Hay que saber que la máxima seguridad la da la vigilancia de un adulto responsable durante el tiempo en que los niños se estén bañando.

Todas las piscinas públicas y privadas deberían tener una valla alta rodeándolas totalmente, con una cerradura de seguridad que impida el acceso a todos los niños cuando no haya un adulto vigilando. No debe haber objetos cercanos que puedan ayudar a saltar la valla.

En el caso del mar las medidas deben extremarse aún más, siendo lo más recomendable que los adultos acompañen en todo momento al niño durante el baño.

Accidentes de tráfico

La lesión por los accidentes de tráfico constituye la causa principal de muerte en todas la edades: a consecuencia de ellos fallecen 4 de cada 100.000 niños menores de un año de edad, 7 de cada 100.000 de 1 a 14 años, y 40 de cada 100.000 personas de entre 15 y 24 años. Un niño que no lleva cinturón de seguridad o no está protegido correctamente en el asiento de seguridad puede ser la única víctima a consecuencia de un frenazo súbito que no llega a provocar lesiones a los demás pasajeros del automóvil.

Para reducir la posibilidad y la gravedad de lesiones en caso de choque, todos los ocupantes de un vehículo deberían usar cinturón de seguridad o, en el caso de los niños pequeños (que pesen menos de 18 kg), el automóvil debería disponer de asientos de seguridad especiales, instalados adecuadamente.

Diarreas y otitis

El verano y el invierno son las estaciones en las que se producen más casos de diarrea aguda infantil. En invierno son más frecuentes las diarreas víricas mientras que en verano, la mayoría son de origen bacteriano ya que en vacaciones, se relajan los hábitos alimentarios, se toman más helados y refrescos y se come en sitios como chiringuitos de playa, donde el calor y a veces la falta de higiene pueden favorecer la aparición de ciertas bacterias, como la Salmonella o la menos conocida Shigella , causantes de la diarrea aguda.

La duración de la diarrea es variable aunque lo habitual es que dure menos de una semana. No obstante, se considera absolutamente normal una diarrea que se prolongue un máximo de dos semanas. La hidratación constituye uno de los pilares un buen tratamiento.

En cuanto a la otitis hay que decir que es muy frecuente en los niños, ya que les encanta estar metidos todo el tiempo en el agua, principalmente en piscinas, y el cloro afecta la flora bacteriana normal que habita el oído, así como las continuas zambullidas y la entrada brusca del agua en las fosas nasales. En otras ocasiones puede deberse a la utilización de hisopos para limpiar los oídos, que traumatizan el conducto, o cuerpos extraños que los niños se introducen. Esta afección se presenta generalmente poco tiempo después de las actividades acuáticas y se caracteriza por dolor intenso y picazón del oído.

Lo recomendable es acudir al centro de salud para que el pediatra verifique los síntomas. Si se introduce algún líquido, por prescripción facultativa, en el conducto auditivo externo debe tenerse la precaución de templarlo un poco antes de meterlo en el conducto, pues de lo contrario se pueden provocar mareos.

Nunca debe hurgarse el oído con bastoncillos de algodón, ya que provoca traumatismos y maceración del conducto auditivo externo y predispone a la infección por bacterias u hongos.

Pueden emplearse protectores de goma o cera que impiden la entrada de agua en el oído durante el baño. Tras éste, debe secarse cuidadosamente el oído externo.

Algunas cifras

Según un estudio del departamento de pediatría del Hospital Sant Joan de Deu, de Barcelona (2004), la mayoría de los accidentes ocurren entre los 5 y 9 años. El estudio indica que el 55 por ciento de los menores de 10 años no presenta ningún tipo de vigilancia o supervisión adulta en el momento del accidente. El 40 por ciento de los niños que si estaban vigilados no realizaban actividades seguras y adecuadas para su edad.

Según los mismos datos, el 65 por ciento de los accidentes de los niños menores de seis años ocurre en el hogar, este porcentaje se traslada a la vía pública a partir de los diez años.