30May. 01
La necesidad de contar con fármacos inmunosupresores que no dañen el órgano trasplantado y la unificación de criterios histiológicos para evaluar el daño producido, son los grandes retos que se presentan para optimizar el trasplante renal.
Desde la última década, España es el país que realiza más transplantes renales por millón de habitantes del mundo. Además presenta unos resultados superiores entre un 10 y un 15 por ciento a los alcanzados en los países de nuestro entorno», ha señalado el doctor Dámaso Sanz, del Servicio de Nefrología de la Clínica Puerta de Hierro de Madrid, durante una reunión celebrada en Madrid sobre Nuevos Métodos Diagnósticos y de Monitorización de la Inmunosupresión en Trasplante Renal. Las jornadas se han centrado en los nuevos avances en el seguimiento del trasplante y, fundamentalmente, en la monitorización de fármacos utilizados frente al rechazo, con el fin de mejorar la supervivencia de los riñones trasplantados.
«Aunque el desarrollo de nuevas técnicas ha reducido el rechazo del órgano, aún persisten una serie de lances que esperan respuestas más adecuadas, como la supervivencia del riñón transplantado», añade Sanz.
En la actualidad, la vida media de un órgano transplantado se sitúa entre los 12 y los 14 años. Los rechazos renales agudos se han reducido gracias a los últimos tratamientos, -antes el 80 por ciento de los transplantados sufría este tipo de rechazo- y el máximo esfuerzo lo ponen ahora los especialistas en mejorar la efectividad de los medicamentos inmunodepresores y unificar los criterios para medir su toxicidad en el órgano trasplantado.
«Uno de los últimos avances en este campo consiste en aplicar una técnica de monitorización que reduce el riesgo de rechazo y la toxicidad, que se viene utilizando desde 1997 en Canadá y que ya se ha puesto en práctica en el Hospital Marqués de Valdecilla de Santander», según ha señalado en la misma reunión el doctor Manuel Arias, del Hospital de Valdecilla de Santander.
Detectar el riñón rechazado
«A partir del primer año de realizarse el trasplante las formas de rechazo son menos evidentes», comenta el doctor Arias, para quien el problema actual «es que no disponemos de métodos adecuados para conocer por qué un trasplante renal está perdiendo función de forma progresiva e inexorable». La dificultad en la detección del rechazo se debe a que es necesario averiguar si se trata de un rechazo o un exceso de medicamentos. Después, hay que actuar según sea el primer caso, en el que habría que aumentar la medicación, o si es por toxicidad, circunstancia en la cual habría que reducir la dosis.
Para solventar esta complicación, los expertos proponen, como apunta el doctor Arias, «la optimización de niveles de ciclosporina a las dos horas de la toma, lo que permite conocer qué pacientes están en situación de suficiente inmunosupresión y quiénes no». Los estudios realizados en esta dirección apuntan que un nuevo tipo de monitorización basado en el nivel de ciclosporina por microemulsión en sangre a las dos horas de la toma del fármaco mejora los resultados en pacientes trasplantados que reciben este tipo de tratamiento inmunosupresor.
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