El trastorno de atención es uno de los problemas más usuales de la infancia. Lo que comúnmente conocemos como "niño hiperactivo" encierra problemas que van más allá del aprendizaje, afectan a toda la familia y se basan en la incapacidad de los más pequeños de centrar la atención en una actividad concreta.
El trastorno de déficit de atención tiene su origen en un funcionamiento alterado del cerebro y se caracteriza por la incapacidad que presenta el niño de concentrarse en una labor específica. El menor afectado presenta un comportamiento hiperactivo o bien muestra una incapacidad de prestar atención. Actualmente se le reconoce como un trastorno de origen desconocido, con una base probablemente orgánica a la que se unen factores genéticos, hormonales e incluso ambientales. Casi siempre se detecta este trastorno en niños en edad escolar, época en la que también empiezan su vida social y su aprendizaje. En los niños que cursan los primeros años de primaria se observan serias dificultades en el dominio de la lectura y la escritura, y muestran una actitud de distraerse por cualquier cosa ajena a las tareas que deberían estar realizando. El niño hiperactivo acostumbra a hacerlo todo muy deprisa, se salta palabras o sílabas al hablar o confunde una palabra por otra. Su escritura presenta trazos irregulares y salta de una línea a otra, y muchas veces muestra poca confianza en sí mismo y ciertos grados de depresión. El trastorno por déficit de atención puede ser de tres tipos, dependiendo del grado de hiperactividad o de la ausencia de ésta. El déficit de atención sin hiperactividad presenta síntomas de poca atención, dificultad para el esfuerzo mental y la concentración. El niño se distrae con facilidad, se le olvidan las cosas y le cuesta seguir las instrucciones que le dan, así como presenta serios problemas para organizarse. Al déficit de atención con hiperactividad se le suma lo anterior más un carácter extremadamente inquieto del niño. Nunca se está quieto, habla en exceso y actúa de manera impulsiva. Normalmente la edad en la que este síndrome empieza es alrededor de los seis años y se agudiza a partir de los doce, en términos generales. Una tercera variante del déficit de atención es el de tipo combinado, es decir, cuando el niño presenta problema tanto de atención como de hiperactividad.
El tratamiento a seguir en cualquiera de los tres casos suele ser una combinación de metodología conductual y farmacológica. Por un lado, el tratamiento conductual debe llevarse a cabo en tres ambientes que se relacionan entre sí y en los que el niño se mueve, que son el colegio, la familia y en sus actividades fuera del colegio. Los maestros tienen un papel fundamental en estos casos y es conveniente que la comunicación entre padres y educadores sea fluida y espontánea.
¿Es tu hijo hiperactivo?
En caso de sospechar que tu hijo padece cualquiera de las posibles tipologías del déficit de atención, lo mejor es visitar a un especialista y empezar un tratamiento, por un lado psicológico, e informar a los familiares, a los maestros que lo tratan y al propio niño. Es conveniente complementar esto con apoyo psicopedagógico. El tratamiento farmacológico sólo debe ser llevado a cabo cuando la intensidad del trastorno interfiere seriamente en el desarrollo educacional, el aprendizaje escolar o la socialización del niño. A veces puede confundirse un niño abierto, activo y revoltoso con un menor hiperactivo. He aquí unas pautas para saber reconocer dónde empieza el síndrome de déficit de atención:
-El niño está intranquilo todo el tiempo, se mueve constantemente, incluso cuando está sentado; no puede prestar atención y mueve frenéticamente pies y manos.
-Se levanta del asiento cuando debería estar sentado.
-Parece que no escucha cuando se le habla.
-No puede estar callado o tranquilo durante un tiempo no excesivamente prolongado.
-Corre de un lado para otro y siempre trata de subirse a los lugares más inaccesibles.
-Contesta antes de que se formule una pregunta.
-Habla en exceso y no siempre cosas con sentido pleno.
-Pierde sus cosas, sus juguetes y sus utensilios escolares con frecuencia.
-Evita las tareas que requieren un esfuerzo, ya sea físico o mental.
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