No tener estudios secundarios es un indicador de mayor riesgo de mortalidad en Estados Unidos

Un estudio de la Universidad de Arkansas, en Estados Unidos, ha investigado la relación entre desigualdad económica y mortalidad en este país a causa de los diferentes niveles de educación. El trabajo fue elaborado por el profesor Andreas Muller y ha sido publicado en el British Medical Journal.

El estudio se ha elaborado tomando datos estadísticos entre los años 1989 y 1999 con información sobre mortalidad y sus causas, renta per cápita y porcentaje de adultos sin un diploma de educación secundaria. Tras un análisis, se llegó a la conclusión de que la falta de estudios secundarios da lugar a inferiores remuneraciones y constituye un «fuerte predictor de la mortalidad» en los estados norteamericanos.

Hasta ahora, se había sugerido que había una relación entre la desigualdad económica y la mortalidad, pero este estudio añade otra variable socioeconómica, la educación, que puede tener también relación con la mortalidad. Según esta investigación, con datos de los 50 estados norteamericanos, la relación entre desigualdad económica y mortalidad está condicionada por el nivel de educación secundaria, pues el nivel de estudios es un predictor mucho más eficaz de la mortalidad, al menos en EE.UU.

Un alto nivel de formación es uno de los requisitos típicos para acceder a un puesto laboral con altos ingresos en los países industrializados. De acuerdo con el censo norteamericano de 1998, la media de ingresos de un adulto con formación secundaria es cuatro veces más alta que la de los adultos sin estudios secundarios, una diferencia clave en la aparición de desigualdad social.

La relación entre menor grado de educación y mayor riesgo de mortalidad se debe, según Muller, sobre todo a la privación de recursos y servicios de las personas con menores ingresos económicos. El estudio también sugiere que se podría ahondar más en esta conclusión y encontrar que la falta de estudios está relacionada con la carencia de seguro médico y el no poder acceder a unas buenas infraestructuras sanitarias. La pertenencia a grupos económicamente desfavorecidos además podría llevar a estas personas a vivir en áreas con mayores peligros para la salud, a desarrollar actividades profesionales de mayor riesgo y a ser más propensas a hábitos poco saludables, como el tabaquismo.

Acceda alestudio en British Medical Journal (2002;324:23)