Noëlle Lenoir: los avances en genética pueden brindarnos grandes logros a largo plazo, pero para conseguirlo debemos empezar ya

La francesa Noëlle Lenoir, presidenta del Grupo de Ética de las Ciencias y las Nuevas Tecnologías de la Comisión Europea, realizó una conferencia sobre los dilemas éticos y morales a los que se enfrentan los ciudadanos frente a nuevos avances como la clonación.

Lenoir, jurista de profesión, ha estado ligada desde principios de los años 90 a estos avances, cuando el ex director general de la Unesco, Federico Mayor Zaragoza, le llamó junto a otros especialistas para crear el grupo de discusión multidisciplinar que redactó la primera Declaración de Derechos de los ciudadanos frente a los nuevos avances. Este estamento votó primero una Declaración Universal del Genoma Humano y los Derechos Humanos y logró después la adopción de este texto por la Asamblea General de las Naciones Unidas.

Ahora, el Grupo Europeo de Bioética que preside Lenoir ayuda a la UE a crear textos legislativos y regular la aplicación de estos avances. Y trabaja en la redacción de las directrices que la regularán en la nueva Constitución Europea.

Un amplio debate ético ante los avances

Lenoir se alegró de que la apertura de esta nueva parcela del conocimiento científico haya levantado un «debate social y mediático tan amplio». Y comparó la situación en Estados Unidos, donde el poder ejecutivo se ha encargado de regular todas las decisiones referentes a la investigación biotecnológica, con el debate social promovido por la Unión Europea para poder consultar a los ciudadanos qué debe hacerse con los nuevos y futuros descubrimientos, estableciendo los límites necesarios

«El debate ético sirve para llegar a una solución intermedia que no satisfaga a nadie, pero la gente debe empezar a apostar por la investigación, para poder avanzar en ella», sentenció Lenoir. La Declaración Universal del Genoma Humano y los Derechos Humanos no tiene, según Lenoir, «la misión de frenar a la ciencia, está a favor de la investigación pues ésta favorece el progreso». Pero han surgido nuevos dilemas morales que han hecho necesario conciliar a investigadores y ciudadanos.

«La sociedad se pregunta qué debe hacerse y qué no con los nuevos avances científicos, algunos de los cuales comportan riesgo», explica Lenoir, quien añade que entre todos debemos decidir «cómo comportarnos ante situaciones inéditas, que hace unos años eran impensables», refiriéndose a temas como la clonación humana o la elección del sexo de los bebés.

«El debate ha suscitado interés porque los nuevos avances científicos afectan a la vida», explica Lenoir, «de manera que podremos controlar el destino biológico de las personas antes de nacer o predecir la evolución de su salud». Pero también habrá cambios importantes en nuestra alimentación. Como explica esta experta, «los cultivos modificados genéticamente que fabrican, por ejemplo, cereales transgénicos, van a hacer que la agricultura esté dominada por el mercado y la tecnología de las compañías multinacionales y no por la naturaleza, como hasta ahora».

Todos estos avances provocan profundos cambios en nuestra concepción de la vida, al poder manipular cualquier ser vivo en sus inicios, ya sea humano, animal o vegetal. «Hemos descubierto que el ser vivo es una fuente viva y multiplicable. Gracias a los nuevos descubrimientos, en un futuro, se podrán conseguir avances como restablecer la producción de insulina en enfermos diabéticos o reproducir un órgano en buenas condiciones cuando el original había dejado de funcionar», celebra Lenoir.

Gran parte de estos avances se podrán conseguir con el estudio de las células madre. Como explica esta especialista, «actualmente disponemos de 60 estirpes de células madre o linajes en buen estado. A partir de este recurso tenemos un campo de estudio ilimitado, pudiendo multiplicar hasta el infinito los resultados». Ello llevaría a poder reparar o reproducir tejidos y órganos que no funcionan, como si fueran piezas de recambio. Pero esto crea una nueva pregunta, lanzada por Lenoir: ¿se podría llegar a comerciar con la vida?

Todos estos avances se pueden conseguir a largo plazo, «pero para ello debemos empezar ya», subraya Lenoir. Por lo que es necesario activar el debate y tomar decisiones.

Evitar una nueva categoría de excluídos

Gracias a multitud de investigaciones en todo el mundo, se trabaja en la obtención de marcadores genéticos que permitan predecir la predisposición de las personas a desarrollar determinadas enfermedades. Lo que podría ayudar en un futuro a que conozcamos qué enfermedades podemos desarrollar con más facilidad, como argumento de peso para modificar nuestros hábitos de vida y para que los especialistas médicos puedan controlar la enfermedad de forma precoz.

Pero, ¿qué hacemos con esa información que permite identificar a quienes tienen la mala suerte de tener una mala predisposición genética? Como explica Lenoir, «una persona que quiera pilotar un avión pero genéticamente esté predispuesta a padecer enfermedades cardiovasculares, podría ser rechazada para este trabajo pues es más propensa a tener un infarto». En muchos casos podría suponer una forma de discriminación laboral.

«¿Qué se va a hacer con toda esta información? Porque podría afectar en el trabajo y en las compañías de seguro. ¿Van a añadir las compañías de seguro una prueba de predisposición genética antes de firmar un contrato? Esto puede generar la creación de una nueva categoría de excluídos, aquellos con peores predisposiciones genéticas», advierte Lenoir. Por ello, su grupo ha elaborado una ley que prohibe prácticas discriminatorias de este tipo por características genéticas.

Comeremos más ciencia y menos naturaleza

Otro tema tratado en su conferencia fueron los cultivos transgénicos. En la agricultura hoy «ya no mandará la propia naturaleza sino el mercado y la tecnología, controlada por las multinacionales que crean cultivos modificados genéticamente», explica Lenoir.

Según esta experta, los ciudadanos europeos deben plantearse varios interrogantes. Por ejemplo, cómo se va a controlar la diseminación de estos cultivos y cómo se va a proteger a los trabajadores que manipulen estos organismos. Pero sobre todo debe decidirse si una empresa que obtenga un alimento con determinadas propiedades saludables podrá patentarlo para asegurarse que será la única en comercializarla.

Todos estos dilemas deben ser debatidos para recogerlos en la próxima Constitución Europea, siendo esta Carta de Derechos un primer paso. En opinión de Lenoir «los jóvenes deben ser especialmente protagonistas de este debate, pues están en una edad donde se cuestiona todo, y van a ser los más afectados por estos cambios».