10Dic. 07
Un nuevo tratamiento reduce la intensidad de los brotes y alarga el tiempo entre los mismos. Se trata de una terapia innovadora que calma, hidrata y restaura las pieles atópicas, hiperreactivas, secas y sensibles. En torno al 18 por ciento de los niños españoles padecen dermatitis atópica, patología mucho más prevalente en las zonas desarrolladas. En 2006 la Academia Americana de Alergología e Inmunología recomendó el manejo de la dermatitis atópica mediante el uso de emolientes y la hidratación de la piel.
Ha llegado a las farmacias españolas Feniderma® pieles atópicas , un tratamiento innovador que, combinando naturaleza y biotecnología, consigue proteger y restaurar las pieles atópicas, hiperreactivas, secas y sensibles. Y es que el cuidado diario óptimo de la piel con el uso regular de emolientes reduce la intensidad de los próximos brotes y alarga el tiempo entre los mismos. La Academia Americana de Alergología e Inmunología ya recomendó el pasado año que el manejo de la dermatitis atópica debe consistir en la combinación de emolientes, para la hidratación de la piel para su cuidado óptimo y en el uso adicional de medicamentos, dependiendo de la severidad de los síntomas.
El tratamiento correcto de la dermatitis atópica pasa por aliviar los síntomas y reducir la inflamación cutánea. Para conseguirlo, es necesario hidratar muy bien la piel del paciente mediante técnicas adecuadas de baño y el uso frecuente de humectantes que consigan reducir la sequedad y ayuden a restablecer la integridad de la barrera epidérmica. Así se reduce la intensidad de los siguientes brotes y se alarga el periodo de tiempo que transcurre entre los mismos.
Feniderma® es una crema reparadora con propiedades emolientes indicada para pieles atópicas, extremadamente secas, hiperreactivas y sensibles. Al estar formulado con ingredientes activos que calman inmediatamente el picor de la piel y le permite recuperar su bienestar; la hidrata profundamente, restaurando la barrera cutánea gracias a su contenido en Inca Omega oil, aceite vegetal rico en ácidos grasos omega 3,6 y 9, y protege y actúa a nivel celular, gracias a su contenido en abyssine y modukine, activos con propiedades anti-inflamatorias y anti-irritantes.
Prevalencia ascendente
La dermatitis atópica afecta aproximadamente al 18 por ciento de la población infantil española, prevalencia que parece ir en aumento en los últimos 30 años. Varios estudios han demostrado que, por ejemplo, en Estados Unidos la patología ha pasado de un siete a un 17,2 por ciento de incidencia en los niños. También en Dinamarca, una investigación llevada a cabo con niños de primer curso de educación secundaria demostró que una quinta parte de los escolares habían padecido dermatitis atópica en épocas anteriores. Y es que la situación es muy similar en todos los países de nuestro entorno. De hecho, se trata de un cuadro mucho más prevalente en los países occidentales. Así, mientras que en España o Noruega alcanzamos cifras entre el 18 y el 19 por ciento, en otros, como Tanzania, se quedaría en un 0,7 por ciento.
Los factores ambientales resultan fundamentales en este sentido. Además, la mayoría de los pacientes cuentan con una historia familiar o personal de asma, fiebre del heno o eczema que les hace especialmente vulnerables. En general, la primera manifestación suele aparecer en torno a los 5,5 meses de edad. Es en esta época cuando el pronóstico se complica. De hecho, sabemos que si la enfermedad se inicia durante los primeros seis meses de vida, si se desarrolla en recién nacidos o si el paciente tiene historia de alergia en las vías respiratorias tienen un peor pronóstico y una evolución más extensa.
Aunque no existe ningún marcador específico que determine su diagnóstico, se puede detectar a través de la historia del paciente y, sobre todo, de los signos de la enfermedad. La piel de los pacientes adopta, típicamente, un aspecto seco, áspero y escamoso y con frecuencia se inflama, se vuelve roja y edematosa y, además, produce picor. Esta patología cursa en brotes cuyo inicio y alcance se ven fuertemente influenciados por circunstancias externas (sequedad ambiental, alergenos, tejidos, presencia de animales, etc.) o internas, como el estrés.
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