Parkinson, un largo camino por recorrer

En el mundo hay cuatro millones de personas que padecen la enfermedad de Parkinson. Entre 80.000 y 100.000 casos se encuentran en España.

La patología fue descrita por primera vez en 1817 por el doctor James Parkinson. Se trata de una enfermedad neurodegenerativa crónica y progresiva del sistema nervioso central que altera el control motor y la movilidad. No obstante, en la mayoría de los casos, no es hereditaria ni tampoco fatal. Afecta más a las mujeres que a los hombres (básicamente porque éstas tienen una mayor esperanza de vida), sobre todo a partir de los 55 años (aunque existen casos de pacientes de tan sólo 30 años).

Pero, ¿por qué se produce?

El Parkinson aparece como resultado de una degeneración de las células encargadas de fabricar dopamina, una sustancia responsable de transmitir información para el control de los movimientos. Asimismo, al disminuir la capacidad del individuo de decidir sobre su cuerpo se generan una serie de movimientos involuntarios que provocan un temblor constante (sobre todo, cuando se está en reposo).

Pero, desafortunadamente, el Parkinson no son únicamente temblores. De hecho, se trata de un síntoma motor más, la punta del iceberg de una patología en la que queda mucho por investigar. Además, según el doctor Javier López de Val, médico adjunto del Hospital Clínico de Zaragoza, «el paciente que tiembla es el que tiene una enfermedad más benigna y el que seguramente la sobrellevará mejor». Y es que, «gracias a los fármacos y los tratamientos actuales, el temblor parkinsionano se puede controlar fácilmente».

Otros síntomas que caracterizan la enfermedad del Parkinson son la rigidez (que se manifiesta en casi todos los músculos) y la hipocinesia (lentitud en todo tipo de movimiento voluntario motor) que provocan dolores en brazos y piernas. Asimismo, es habitual que los afectados con la enfermedad vean perturbado su ritmo de marcha. Y es que su centro de gravedad se traslada provocando una disminución en la capacidad de reacción e inseguridad en el paso. Todo ello también se traduce en mareos así como en la conocida marcha magnética o fenómeno de congelación: la falta de reflejos hace que el afectado se sienta incapaz de superar pequeños obstáculos físicos, se bloquea y cae sin capacidad de defensa.

También existen otros síntomas asociados con la patología que son poco conocidos. Por ejemplo, con el Parkinson la manera de comunicarse se ve alterada: el paciente comienza a generar más saliva de lo normal por lo que le cuesta tanto tragar como articular palabras. Además, debido a estos problemas, su voz se vuelve monótona y disminuye la expresividad facial.

Los síntomas no motores

Por otro lado, la enfermedad no sólo se caracteriza por síntomas motores sino que además tiene otros síntomas colaterales. Sin embargo, hasta hace bien poco, tal y como afirma el doctor Jaime Kulisevsky, jefe clínico del Servicio de Neurología del Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, «a los trastornos no motores del Parkinson, como la depresión o la ansiedad, no se les otorgaba prácticamente importancia ya que desconocía su existencia». En cambio, hoy en día se han convertido en una de las líneas de investigación más importantes.

Por ejemplo, es frecuente que el afectado de Parkinson tenga trastornos psiquiátricos como la depresión. En concreto, se calcula que alrededor de un 50 por ciento tiene tendencia a padecerla. No obstante, «no suele ser una depresión mayor con riesgo de suicidio, ni tampoco se tienen ideas delirantes». Más bien se trata de «grandes cantidades de pesimismo y tristeza combinadas con una buena dosis de apatía». Según el experto, en ocasiones «combatir los síntomas de la depresión es mucho más importante que evitar que tenga temblores» ya que, conjuntamente con la apatía, son la principal causa de discapacidad funcional y con mayor impacto sobre la calidad de vida desde las primeras fases de la enfermedad.

Asimismo, muchos pacientes sufren otro tipo de problemas. Mientras que algunos ven alterado el olfato, otros padecen de insomnio u de otros trastornos del sueño. En ocasiones, también se traduce en una disfunción sexual o en estreñimiento así como en episodios de ansiedad. Además, en muchos casos, «el paciente sufre alucinaciones pero sólo de tipo visual y no emocional ya que no creen que haya nadie que les quiera agredir sino simplemente notan una presencia humana irreal».

Avances en la investigación

No obstante, para intentar paliar los trastornos producidos por el Parkinson se está trabajando con diversas substancias y tratamientos diferentes a los medicamentos que se utilizan en la actualidad. Lo que los especialistas intentan es sintetizar fármacos con un efecto neuroproctector capaz de frenar la muerte de las neuronas que crean dopamina.

De momento, como afirma el doctor Gurutz Linazasoro, responsable del Centro de Investigación de Parkinson de la Policlínica Guipúzcoa de San Sebastián, «los estudios no han obtenido los resultados satisfactorios esperados» por lo que se han abierto nuevos frentes a través de la manipulación de células madre. En este caso, ya se han conseguido crear células dopaminérgicas desde células madre. Sin embargo, «aún queda mucho para que el proceso se aplique en humanos ya que deben mejorarse tanto la eficacia como la seguridad de las células una vez que se implantan».

Por otro lado, desde finales de los años 90 también existe un tratamiento quirúrgico que se basa en la estimulación eléctrica del tálamo y del subtálamo a través de un microelectrodo que se implanta en el cerebro. Esta técnica es utilizada únicamente en el 10 por ciento de los casos ya que muchos pacientes son reticentes a insertarse estos estimuladores.

Sin embargo, y a pesar de todos los avances que se han hecho a nivel científico y que han mejorado notablemente la calidad de vida de muchos pacientes, lo cierto es que debido al envejecimiento de la población, las cifras de afectados por esta patología en el mundo se duplicaran en sólo 20 años.