24Nov. 04
Junto a las ya clásicas patologías psiquiátricas de marcado orden sociolaboral, los expertos denuncian el acusado aumento de nuevos trastornos, que se encuentran a mitad de camino entre la moda, la enfermedad y los trastornos psicosociales. Entre ellos, las dependencias electrolúdicas y los trastornos asociados con la autoimagen son los más destacables, tal y como se ha puesto de manifiesto recientemente en el XXVI Congreso Nacional de la Sociedad Española de Medicina Rural y Generalista (SEMERGEN).
Entre los nuevos trastornos relacionados con el estrés, se encuentra el denominado burnout o síndrome de agotamiento por desgaste profesional. Se trata, según Jesús J. de la Gándara Martín, Jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital General Yagüe de Burgos, «de una de las patologías emergentes más en ciernes y más preocupantes, ya que no sólo afecta a muchos profesionales sanitarios, sino que lo sufren especialmente todos los que prestan sus servicios a otras personas, tales como maestros, profesores, personal sanitario o cuerpos de seguridad, y hay que tener en cuenta que los servicios sociales son prioritarios en las sociedades modernas».
El burnout se caracteriza por la aparición de síntomas relacionados con tres factores o dimensiones típicas: el agotamiento psico-físico, la proyección hostil hacia los beneficiarios del propio trabajo (deshumanización) y sentimientos de fracaso profesional y personal. Las complicaciones más frecuentes son depresiones, trastornos de angustia, enfermedades «psicosomáticas», consumo de alcohol, drogas o fármacos, rupturas profesionales o familiares. La prevención y tratamiento es posible, pero exigen cambios profundos a nivel laboral, profesional, institucional, y, sobre todo, ajustes de los mecanismos de adaptación propios.
La soledad condiciona riesgos importantes para la salud de las personas, especialmente para los grupos más vulnerables, como los niños, los ancianos o los enfermos mermados en sus capacidades de adaptación. Actualmente, la soledad es el principal problema de los ancianos, más que la economía o la salud. Estrechamente asociados con la soledad aparecen situaciones que pueden ser patológicas, como el síndrome de diógenes (aislamiento absoluto), los niños-de-la-llave-al-cuello (hacen una vida solitaria) o los ancianos maleta (que cambian de domicilio a temporadas).
Dependencias electrolúdicas
Pero aparte de estos desórdenes están incorporándose con fuerza en nuestra sociedad otros que tienen el rasgo común del abuso y dependencia de aparatos electrónicos, tales como la televisión, los ordenadores, los teléfonos y móviles, los juguetes electrónicos o la radio. «Todas ellas se describen como nuevas adicciones, no tanto por el tipo de comportamiento patológico (ya que la característica común es la pérdida de libertad para ejercer el autocontrol sobre un impulso), sino por los objetos adictógenos que son peculiares de la era moderna», afirma el doctor De la Gándara.
En relación con el consumo televisivo se describen nuevos desórdenes, como el teleabuso (patrón de uso excesivo y regular que favorece un estado de pasividad y apatía) o la telefijación (hábito anómalo de contemplar la televisión que provoca una absorción absoluta de la mente a la pantalla; en este caso lo que se produce es una «intoxicación aguda»).
Por su parte, el uso excesivo de videojuegos puede llegar a producir pérdida del control del impulso de jugar, lo que conlleva un aumento del tiempo, un uso abusivo, estrechamiento del campo de la conciencia, síndrome de abstinencia e interferencia sociofamiliar y escolar.
El teléfono móvil también plantea problemas de salud importantes. Cuando su uso se realiza con una necesidad interna imperiosa e irresistible, y sin una verdadera obligatoriedad comunicativa, se convierte en una adicción. Es más frecuente en el sexo femenino, no necesariamente se asocia a la soledad, pero sí a sentimientos de vacío, baja autoestima o rasgos neuróticos de personalidad. A veces la dependencia del teléfono se relaciona con la adicción al trabajo, y en este caso es más habitual en varones jóvenes de un nivel cultural medio-alto.
En cuanto al uso y abuso de Internet, se estima que es una adicción frecuente y en crecimiento preocupante, sobre todo en varones, con ciertos rasgos de personalidades introvertidas, y que sufren cambios de carácter por su uso patológico. «El patrón típico de un adicto a Internet es una persona joven, urbana, con conocimientos de inglés y manejo de ordenadores, de profesión liberal y de clase media-alta», asegura el doctor De la Gándara.
Trastornos de autoimagen: vigorexia y ortorexia
No menos frecuentes, y mucho más graves, pueden resultan los cada vez más variados trastornos de autoimagen. Junto a patologías conocidas, como la bulimia o la anorexia, surgen otras como la vigorexia o la ortorexia.
La vigorexia aparece en personas que practican mucho ejercicio físico, especialmente de tipo culturista, y que acaban estando patológicamente preocupados por la imagen corporal, por el desarrollo muscular. Se someten a planes de musculación exigentes, a dietas estrictas y, en muchos casos, acaban consumiendo anabolizantes y hormonas para continuar con su desarrollo muscular obsesivo. En definitiva, como la define el doctor Jesús de la Gándara, «es una enfermedad producida por la búsqueda excesiva, obsesiva, patológica… de la perfección física». Afecta sobre todo a varones de 17-28 años y no se sabe cuántos hay, pero se cree que millones en USA y miles en España.
La ortorexia es otro de estos trastornos relacionados con la búsqueda de la salud a toda costa. Consiste en una preocupación desmedida por lo sano, lo natural o lo biológico, que conlleva una repulsa de lo artificial y lo transgénico. El problema surge de nuevo cuando la preocupación se convierte en obsesión y se pierde el control. Entonces, se cae en una selección dietética excesiva. La preocupación excesiva acaba generando malestar físico y psíquico, y sentimientos de culpa si se comete alguna transgresión dietética, acabando por consumir sólo dietas naturistas, vitaminadas…no siempre tan sanas como se cree. Estas personas suelen padecer complicaciones como depresión, ansiedad, agresividad, anemias, cansancio o disminución de defensas naturales.
El tratamiento de ambos trastornos es posible, mediante fármacos como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y psicoterapia de conducta y asertividad, pero el problema es que casi nunca aceptan estar enfermos y someterse a terapias.
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