¿Por qué se produce rechazo tras un trasplante?

20Abr. 01

Nuestro organismo se defiende del tejido trasplantado considerándolo un elemento extraño que invade el cuerpo,como lo haría frente a una infección.

El rechazo agudo se produce de una forma natural, ya que es una respuesta fisiológica que induce al organismo del receptor a reconocer como extraños los antígenos del órgano donado, a través de mecanismos celulares y humorales. El resultado es una reacción inflamatoria en el injerto que lo destruye», explica en términos médicos el doctor José María Grinyó, presidente de la Sociedad Catalana de Trasplantes.

Para evitar que el sistema inmune se ponga en funcionamiento se suministran al paciente trasplantado los fármacos inmunosupresores, que tienen la capacidad de bloquear la respuesta del sistema inmune del paciente. Este tratamiento tiene como función disminuir la actividad del sistema inmune con el fin de evitar el rechazo, pero sólo en parte, ya que si se suprimiera completamente, nuestro organismo no podría hacer frente a las infecciones.

A pesar del tratamiento inmunosupresor, «es bastante frecuente que el paciente presente rechazo, sobre todo en los primeros meses», explica la doctora Eulalia Roig, del servicio de Cardiología del Hospital Clínic de Barcelona. La especialista señala que en trasplantes de corazón, «alrededor de un 60 por ciento de los pacientes sufre al menos un episodio de rechazo durante su evolución. Ahora bien, hay enfermos que presentan varios episodios y esto es más difícil de controlar, una vez pasado el primer año el riesgo de rechazo disminuye significativamente».

Durante el último congreso de la Sociedad Catalana de Trasplantes se han puesto de manifiesto los últimos avances en el tratamiento inmunosupresor para controlar el rechazo agudo. «Desde el año 1995 se han introducido varios inmunosupresores nuevos. Así, con la combinación de estos inmunosupresores hemos conseguido que la incidencia de rechazo agudo, que hace unos años se situaba en el 50 por ciento, haya disminuido hasta el 20 por ciento e incluso menos en el trasplante de riñón», apunta el doctor Grinyó.

Problemas del tratamiento inmunosupresor

El problema de los inmunosupresores es que se trata de unos medicamentos de banda «estrecha», ya que los límites entre el nivel terapéutico y el nivel tóxico están muy próximos. Además también influye la diferencia de respuesta que pueden tener los pacientes, por este motivo los especialistas deben adecuar la dosis para cada caso. Uno de los principales efectos de los tratamientos inmunosupresores es la nefrotoxicidad, es decir que pueden dañar el riñón y llevar a que el paciente tenga que entrar en diálisis. «Aunque es complicado reducir la nefrotoxicidad, se pueden disminuir las dosis de los inmunosupresores más tóxicos, sustituyéndolos por otros fármacos que no presentan este tipo de efectos adversos», explica la doctora Roig.

En este sentido, también apunta el doctor Grinyó que «se están diseñando pautas para minimizar su nefrotoxicidad, por ejemplo, reduciendo dosis, etc. Es decir, se trata de diseñar pautas de inmunosupresión de baja toxicidad tanto para el injerto como para el receptor».

Otro de los factores de riesgo que se ven potenciados por el tratamiento inmunosupresor es la hipertensión arterial, ya que esta patología incide en el 40-70 por ciento de los pacientes que se someten a un trasplante. En esta cifra se incluyen tanto los pacientes que no eran hipertensos antes del trasplante, como aquellos que ya lo eran con anterioridad. La solución en estos casos pasa por evitar el sobrepeso, restringir el sodio en la dieta y, en caso de que sea necesario, el uso de fármacos hipotensores.