La medicina es un campo lleno de falsos mitos, algunos de los cuáles aún perduran. Pero la mayoría son fruto de prejuicios socioculturales y no de la sabiduría popular.
Por ejemplo, ¿es peligroso despertar a un sonámbulo? No es peligroso, aunque es recomendable que despierte naturalmente, como cualquier persona que duerme. ¿Es cierto que la piel más bronceada no necesita protección? En absoluto, el bronceado no nos protege de los rayos UVA. Ni es cierto que un consumo excesivo de azúcar provoque diabetes.
¿El agua engorda? No porque no tiene calorías, ni adelgaza como afirman algunos regímenes. Tampoco es cierto que beber entre comidas provoque indigestión, algo que sí favorecen las bebidas con gas. En todo caso, se recomienda comer y beber despacio. También es falso que saltarse comidas ayude a adelgazar, al contrario, desencadena una sobrecompensación y una mayor ingesta en las siguientes.
También es falso que para que el tabaco perjudique a la salud hay que fumar al menos 20 años, pues daña los pulmones desde el primer cigarrillo. Y es del todo falso que mientras antes se empiece a fumar, más fácil es dejarlo, al contrario. Como es falso que los puros o el tabaco light son menos perjudiciales.
Tener «la maldición»
Tener la menstruación es sinónimo de atraer las desgracias: la mayonesa se corta, no se puede batir nata y si se riegan plantas, se marchitan. Pero a grandes males, grandes remedios: también sostiene la tradición que con pegarse un diente de ajo en el ombligo con esparadrapo, todo se soluciona.
Se creía que la sangre de la menstruación podía arruinar cosechas, ahuyentaba espíritus y que servía para preparar filtros de amor. Otros falsos mitos son que durante la menstruación no se puede duchar, lavar el pelo o hacer deporte; que se rompen con más facilidad objetos frágiles, como las cuerdas de violines y arpas; y que no se puede tomar helados, aunque éstos pueden aumentar el dolor. Por todo ello, en Gran Bretaña la regla es coloquialmente conocida como «the curse», o la maldición.
Antojos peligrosos
Los antojos aún se atribuyen por error a caprichos no satisfechos por las madres en el embarazo. Pero son angiomas, lesiones que aparecen desde el nacimiento provocadas por una proliferación descontrolada de vasos sanguíneos.
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