Trastornos de movimiento en el niño

Más de 300 neurólogos y neuropediatras de todo el mundo se han citado en el Primer Simposio Internacional sobre Trastornos de Movimiento organizado por el Hospital Sant Joan de Déu en la ciudad condal. Estos trastornos son enfermedades en las que queda mucho por descubrir, según los organizadores. A veces, padres, educadores, e incluso algunos médicos desconocen algunos aspectos importantes.

Actualmente, el problema esencial de los trastornos del movimiento en pediatría es «el amplio desconocimiento que existe de estas enfermedades por parte de padres, familiares y compañeros del niño que las padece», justifican los organizadores de este Simposio, un desconocimiento que, añaden, «en muchas ocasiones, incluso llega a hacerse extensivo entre la propia profesión médica».

El motivo de este desconocimiento, según los organizadores, es que si bien hay numerosas investigaciones sobre el tema, la mayoría se han centrado en los adultos. Pero los problemas de movimiento que son comunes en los adultos no lo son en los niños. Y en aquellos trastornos que sí se dan en ambos grupos, existen diferencias considerables en cuanto al origen, los síntomas, la prevalencia o los tratamientos, lo que «hace imposible extrapolar los resultados a la población infantil», añaden.

El Simposio ha contado con la participación de 300 de los expertos más importantes en neurología y neuropediatría del mundo, con el objetivo de impulsar la investigación y promover el intercambio de los progresos, informaciones y experiencias obtenidos hasta la fecha.

«Los trastornos de movimiento en el niño han recibido muy poca atención hasta ahora», lamenta el doctor Emilio Fernández, neuropediatra del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona. Como trastornos del movimiento definen básicamente un grupo de enfermedades con un denominador común: la escasez de movimientos o la presencia de movimientos involuntarios.

Actualmente existe un amplio consenso sobre el importante papel que desempeñan los factores genéticos. Pero los especialistas también apuntan otros factores, como «problemas metabólicos, infecciones, reacciones a medicamentos, problemas de desarrollo neurológico», añade el doctor Fernández.

Además, estos trastornos pueden también ser origen de otros de tipo psicoemocional, como trastornos de ansiedad, depresión o aislamiento; factores todos ellos que influyen directamente en el rendimiento escolar y en el desarrollo social del niño afectado. «Lo que nunca debemos hacer es culpabilizar ni prohibir al niño realizar estos movimientos, ya que no pueden hacer absolutamente nada para controlarlos o evitarlos y lo que podemos conseguir es, por el contrario, aumentar su intensidad», advierten los organizadores del curso.

Trastornos más comunes

Según la Asociación Americana de Psiquiatría, cincuenta de cada cien mil niños presentan tics antes de la pubertad, siendo más frecuente en torno a los siete años, aunque pueden aparecer incluso a los dos años. Aunque se pensaba que su causa era esencialmente psicológica, hoy existen evidencias suficientes para pensar en un factor genético que podría alterar el funcionamiento normal de los neurotransmisores. También hay factores ambientales evidentes, pues es común que los tics se incrementen con el estrés y que desaparezcan con el reposo. En la mayoría de los casos los tics desaparecen en torno a los 15-17 años.

Por lo que hace a las distonías, son contracciones involuntarias más o menos permanentes de los músculos que fundamentalmente perturban más una postura que el propio movimiento intencional y están causados por una alteración del sistema nervioso central. El 25 por ciento de las distonías sólo duran unos meses y se curan espontáneamente. Pero algunos pueden ir avanzando hasta llegar a la edad adulta, como en el caso de la distonía generalizada, poco frecuente en niños.

Las coreas consisten en movimientos arrítmicos, asimétricos, bruscos y breves con una intensidad muy variable y que pueden darse en reposo o perturbando el movimiento voluntario. Pueden durar de unas semanas a varios meses y su mayor incidencia se sitúa entre los cinco y los quince años, mayoritariamente en las niñas. A veces son discretos, por lo que se pueden confundir con los tics.

Finalmente los temblores son oscilaciones rítmicas (a diferencia de las coreas, que son arrítmicas), causadas por un patrón repetitivo de contracción y relajación de los músculos. Casi la mitad de los recién nacidos muestran durante sus primeros días de vida un temblor en sus extremidades o barbilla, especialmente cuando lloran o están excitados, que desaparece al cabo de poco tiempo. Normalmente son un único signo de defecto neurológico (de problemas de maduración de neurotransmisores o de funcionamiento de los ganglios basales), y en ocasiones, solamente son visibles en condiciones de estrés o de ansiedad, que es cuando suele incrementarse su frecuencia.