Una encuesta a nivel europeo revela que un 11 por ciento de la población española padece dolor crónico, frente al 19 por ciento de la media europea, pero también que casi la mitad de estos enfermos creen que los médicos "se preocupan más por la enfermedad que por su dolor", indica el doctor Manuel Alberto Camba, secretario de la SED y jefe del servicio de anestesiología del Hospital Arquitecto Marcide de Ferrol.
Los profesionales médicos deben concienciar a los enfermos para que asuman que el [dolor crónico ](https://www.medicinatv.com/videoteca/clasificacion-del- dolor-cronico-segun-la-oms-tufarmaceuticoinforma/)no se puede curar, pero sí aliviar ya que se debe «intentar que la sensación dolorosa que llega a su cerebro sea la mínima posible», opina el doctor Manuel Rodríguez, presidente de la Sociedad Española del Dolor (SED) y jefe clínico de la unidad de dolor del Hospital Carlos Haya de Málaga. Para este especialista, el dolor crónico es «una plaga de la humanidad dentro de la sociedad de los países desarrollados», donde está desapareciendo la tradicional aceptación resignada del sufrimiento. El dolor de estas características suele manifestarse en procesos degenerativos e inflamatorios (artritis y artrosis), que en España se localizan principalmente en la rodilla y en Europa en general en la espalda.
La encuesta Pain in Europe revela que la mayoría de los pacientes españoles con dolor crónicos son tratados en la consulta de Atención Primaria y sólo un 27 por ciento por un especialista. El doctor Rodríguez considera que esta situación se debe a que «al médico español le falta formación sobre el dolor y sensibilidad hacia esa persona que tiene dolor». Sin embargo, la satisfacción con la asistencia médica de estos enfermos en España es del 68 por ciento, superando la media del resto de Europa, de un 62 por ciento.
Consecuencias del dolor
Uno de cada diez españoles con dolor crónico afirma que éste afecta a su trabajo, frente al 26 por ciento a nivel europeo. Debido al dolor estos enfermos faltan una media de 16 días al año al trabajo y a un 22 por ciento de ellos les ha provocado la pérdida de su empleo. Otra consecuencia del dolor es la depresión, que afecta a un 29 por ciento de los pacientes españoles.
El 40 por ciento de los pacientes con dolor crónico «manifiestan infelicidad e incapacidad para pensar correctamente por culpa de su dolor» e incluso «uno de cada seis considera que su dolor es tan fuerte que prefiere morir», señala el doctor Camba. Este tipo de dolor, que impide a las personas que lo sufren realizar sus actividades cotidianas, se mantiene durante todo el tiempo en un 35 por ciento de los casos y en otro 47 por ciento tiene una frecuencia diaria. En España la media de edad en que suele aparecer el dolor crónico son 51 años y la duración es de 9 años (dos años por encima de la media europea), aunque en un 20 por ciento de los pacientes dura más de 20 años.
Respecto a la medicación, en España se usan fundamentalmente los antiinflamatorios no esteroideos (AINEs), en un 49 por ciento de los enfermos, o el paracetamol (ocho por ciento), pero estos fármacos sólo están indicados para los casos leves o moderados de dolor. Cuando el dolor es más severo y el resto de medicamentos no consiguen aliviarlo es preciso recurrir a los opioides. Sin embargo, España es uno de los últimos países en cuanto a utilización de estos fármacos, en parte debido a la influencia de la «mala publicidad de los opiáceos potentes» entre los propios médicos y la sociedad, donde se han asociado a la idea de que crean adicción, en opinión del doctor Rodríguez. Pero esta imagen es falsa, porque «es bajísimo el número de problemas que presentan por adicción a los opiáceos los pacientes con dolor crónico», indica el doctor Camba.
Según el doctor Rodríguez los profesionales españoles tienen un «un desconocimiento total sobre la administración de opiáceos para el dolor crónico no oncológico», que conlleva que únicamente se administren opioides a un 14 por ciento de los enfermos, de los cuales sólo un uno por ciento corresponde a los opiáceos potentes o mayores. Para evitarlo sería necesario «formar al médico en la utilización correcta» de estos fármacos.
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