Un grupo de la UGR demuestra la relación entre el cáncer de mama y la ingesta de alimentos tratados con pesticidas

La exposición prolongada a disruptores endocrinos puede aumentar en un 400 por ciento las posibilidades de padecer un cáncer de mama. Esta es una de las conclusiones que se desprende de un estudio llevado a cabo por un grupo de investigación de la Universidad de Granada.

El grupo de investigación Oncología básica y clínica de la Universidad de Granada (UGR) ha demostrado la relación existente entre el cáncer de mama y la ingesta de algunos alimentos tratados con pesticidas agrícolas como el lindano y el aldrín. La investigación se inició en 1995 y se basó fundamentalmente en un método clínico-experimental comparando los niveles de grasas de las muestras tomadas a 200 mujeres afectadas por el cáncer y a otras 300 libres de afecciones tumorales y ginecológicas. Las conclusiones de la investigación ya se han presentado a una comisión de expertos de la Unión Europea.

Este estudio, en el que también se han tenido en cuenta factores de riesgo ya conocidos, ha desvelado que las mujeres afectadas por el cáncer de mama tenían en sus muestras de grasa una concentración de organoclorados (sustancias químicas presentes en los plaguicidas que producen alteraciones en el equilibrio hormonal) muy superiores al resto, en concreto de lindano y aldrín.

Estos plaguicidas, utilizados históricamente en los campos andaluces, están actualmente prohibidos, de modo que su presencia en las grasas humanas se debe a su difícil degradación, tanto en el medio natural (agua y suelo) como en el cuerpo, una vez ingeridos a través de los alimentos. «Esto significa que las madres también se lo transmitirán seguramente a sus hijos durante el embarazo y la lactancia, sobre todo, teniendo en cuenta que en la lactancia la mujer se «limpia» en un 60 por ciento, pero a costa de transmitirle sus sustancias al bebé», explicó el catedrático Nicolás Olea, director de este estudio.

Aumento de los factores de riesgo

El grupo de investigación de la UGR, que representa a España en una comisión de expertos de la Unión Europea sobre las consecuencias para la salud humana de la exposición a productos químicos, considera que este nuevo avance corrobora definitivamente la relación entre el cáncer de mama y determinados factores externos, una relación aún mayor que la existente entre este cáncer y otros elementos de riesgo tradicionalmente conocidos como el consumo de alcohol, tabaco, los anticonceptivos, la retirada tardía de la regla o la menstruación temprana.

Según explicó Olea, ninguno de estos factores llega a duplicar el riesgo de padecer cáncer de mama, mientras que la exposición prolongada a disruptores endocrinos, es decir, sustancias químicas que alteran el equilibrio hormonal de personas y animales como las que contienen los organoclorados de los plaguicidas, puede aumentar este riesgo en un 400 por ciento. Estas sustancias están presentes en numerosos productos cotidianos, desde cremas estéticas a bronceadores, envases de plástico, latas de conservas o empastes dentales.

Las consecuencias de esta exposición no sólo se traducen en el aumento de los factores de riesgo de cáncer de mama, sino también en el de otras afecciones como alteraciones en el desarrollo sexual, malformaciones genitales o la disminución de la calidad del esperma, en el caso de los varones. Precisamente este último asunto será objeto de un nuevo trabajo de investigación del grupo Oncología básica y clínica, que trabajará con expertos de otros 21 países europeos para descubrir qué otros efectos tiene la acumulación de sustancias químicas sobre el organismo.

«Es una vergüenza que la Administración esté mirando a otro lado cuando hay dudas más que razonables para el uso de estos productos, incumpliendo el principio elemental de la precaución por la presión de los fabricantes», declaró Olea. En el caso de cáncer de mama, el riesgo que produce la exposición a este tipo de factores externos sólo es superado, según el catedrático, por el factor genético, es decir, por el hecho de que algún familiar más o menos cercano también haya estado afectado por la enfermedad.