Un verano sin «Jet Lag»

24Jul. 08

En estas vacaciones, cruzar el charco es el sueño de muchos españoles. Pero viajar a destinos como Nueva York, Cancún, Perú, República Dominicana o México implica atravesar en poco tiempo varias zonas horarias, lo que hace que nuestro organismo se resienta y acabe sufriendo lo que comúnmente se conoce como Jet Lag o síndrome de cambio de zona horaria.

Aunque no causa problemas graves, el Jet Lag se convierte en una verdadera pesadilla para los viajeros ya que puede provocar insomnio, cambios de estado de ánimo, irritabilidad, falta de concentración, cefalea o trastornos en la función intestinal. No obstante, la duración de estas molestias depende de la persona, del número de zonas horarias cruzadas y de la dirección del vuelo. En este último caso, está demostrado que es más fácil adaptarse cuando el desplazamiento se realiza hacia el oeste (el día se alarga algunas horas) que hacia el este (el día se acorta), porque las horas de sueño disminuyen.

A pesar de todo, existen algunas maneras para reducir los efectos del cambio horario. Por ejemplo, los especialistas médicos recomiendan descansar antes y durante el viaje, beber mucho líquido (como agua y zumos), evitar fumar y beber alcohol, optar por comidas ligeras, e intentar adaptarse al nuevo ritmo horario lo más pronto posible. Ya en el lugar de destino, aconsejan exponerse a la luz natural durante las horas diurnas, e intentar dormir las horas habituales para que nuestro reloj interno vuelva a la normalidad.

Viajar con cefalea

Asimismo, los viajes intercontinentales pueden producir cefalea o cierto malestar general. De hecho, existen tres tipos de cefaleas especiales que pueden aparecer durante un viaje: las cefaleas de vuelo (relacionadas con los cambios de presión), las cefaleas de buceo (basadas en un ataque desarrollado durante la inmersión por lo que pueden resultar especialmente peligrosas), y las cefaleas de las grandes alturas. No obstante, en condiciones normales, los síntomas logran aliviarse con analgésicos. Sin embargo, la situación se agrava si se padece migraña ya que cuesta más controlar el dolor.

Pero no sólo este tipo de trayectos provocan ataques de migraña sino también la modificación de la rutina como, por ejemplo, los cambios de ritmos biológicos, de actividad, de horarios de sueño, de comidas, así como los cambios climáticos y ambientales. También pueden combatirse con medicación específica o a base de analgésicos aunque si el dolor persiste, durante o una vez finalizado el viaje, lo mejor es acudir al médico para realizarse una revisión a fondo.